Diario de León

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Recuerdo cuando, hace unos pocos años, tuvimos a dos estudiantes yanquis en casa. Un día llegaron con una mezcla de sorpresa e indignación a la vuelta del cole: «una profesora nos ha hablado de política en clase». Venían como si hubieran coincidido con ET en el ascensor. Aquello me hizo recordar mis años de estudiante en la pública, porque de aquella aún no había pasado Felipe González por La Moncloa y no se habían implantado en España —como ocurre en la práctica totalidad de Europa empezando por nuestra vecina Francia— los colegios públicos concertados. De aquella, en España era un lujo elegir donde estudiar.

Estábamos en plena Transición y nadie se cortaba un pelo en las aulas. Sobre nada. Quizá por eso la generación que domina hoy los partidos políticos en este país tiene tanto ‘cacao mental’, como se decía entonces. A España le falta poso democrático. Y hemos tenido demasiados líderes, por llamarles de algún modo, empeñados en impedir que fraguasen cimientos tan básicos como el respeto o la tolerancia.

En cuanto se les presenta la ocasión exhiben unos tics muy preocupantes. La ciudadanía ha asumido claramente el confinamiento y lo respeta. Ya no hacen falta tanquetas por las calles. Pero seguimos emperrados en usar el estado de alarma para saltarnos todas las normas y garantías constitucionales hasta un nivel que quizá la Fiscalía debería mirar con detalle. Pero eso es imposible en España. ¿Saben el por qué? Hemos permitido que hasta la Justicia se teledirija desde La Moncloa.

Las leyes de emergencias sanitarias son suficientes para esta situación. Después de tanto como se ha criticado a los que hicieron la Constitución hay que reconocer que este texto ha servido para solventar todo tipo de retos y que siempre ha aparecido un cauce para salir de cada atolladero. Y llevamos un buen puñado...

Ahora, la ley con la que nos controlan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es aquella que despreciaron denominándola ‘ley mordaza’, la que anunciaron que derogarían en cuanto pudiesen. Actúan protegidos por unos cuerpos policiales a los que han llamado todo tipo de barbaridades. Y esos mismos profesionales actúan ahora de manera impecable con ellos. Les protegen de acosos que ellos alentaron. Por eso es clave decir ‘no’ cuando toca. Sean quienes sean las víctimas. Lo condenable lo es independientemente de bandos. El frentismo teledirigido que asoma estos días es peligroso. Hay que preservar la paz social. Con mascarillas pero sin mordazas.

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