Diario de León

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Estoy viendo una serie sobre viajes en el tiempo. No, no planeó ir al medievo a preguntarle a Alfonso VI si lo de su corona eran castillos o catedrales. Cuando coincidamos allá arriba, ya tendrá ocasión de aclararlo. Me gusta, pero me lío con tanto antes, ahora y luego de los protagonistas. El hijo es su propio padre y hermano, incluso una tía de su abuela. Si me pierdo en el gamilatías genealógico, mi mujer viene en mi ayuda. Todas las películas de este género tienen un elemento común: con la máquina del tiempo puedes viajar hacia atrás o hacia adelante, pero siempre manteniendo una estricta distancia social, sin alterar lo que ocurrió u ocurrirá, pues todo está encadenado. Es decir, un leonesista de hoy no debe personarse en la curia regia de 1188 con su camiseta de Cuna del Parlamentarismo y gritar «¡León solo!», porque nos la lía parda. O sea, el caos. Acabaría en la mazmorra medieval y todo lo ocurrido en los siglos siguientes quedaría trastocado: lo bueno y lo malo. Ya me fastidiaría casarme con otra distinta porque un paisano de hoy mete la pata en el siglo XII. Según las películas, el pasado solo puede cambiarse en menudencias. Aquí es donde una lectora pregunta: «En 1976 me encontraba en Madrid preparando mi oposición a Notarías y fui una de las que le gritó a Sandokán ¡Queremos un hijo tuyo! ¿Puedo regresar y cambiar aquel pecadín de juventud?». Tranquila, para eso no merece la pena ni enchufar la máquina. Además, ¿se haría caso a sí misma? A lo hecho, pecho. Mejor no meneallo, señora, no vaya a descubrir que también le tocó el trasero al guapetón actor, aprovechando el caos del momento. En esto del rememorar siempre hubo y hay mucho tongo. Crees recordarte escuchando de mozo el rock duro de Led Zeppelin, pero lo que realmente escuchabas era el pop blando de Karina.

El mejor viaje en el tiempo es conocerse a uno mismo, el servicio es de confianza y el desayuno está incluido en el precio.

A quienes les metía ya en la máquina del tiempo es a esos irresponsables que siguen sin ponerse en la calle la mascarilla o se sientan sin ella en las terrazas, ajenos a las normas de distancia. Hala, toda esta tropa… al Jurásico. Eso sí, antes de partir que dejen pagadas sus multas.

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