Diario de León

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No hay urnas en León sin invocar a Miguel Martínez, y la clave de llegar al final de las campañas con tantos votos con los que se iniciaron. El que tenga que entender, que entienda. Como fuimos testigos directos del Juan Vicente engaña a la gente y Villalba, promesas a mansalva, que se dedicaron dos candidatos en la primera batalla electoral moderna, con autobuses y caravanas por el vasto escenario que todavía hoy no son capaces de someter, y comidas en los salones reservados para bodas, banquetes y comuniones, donde inducían al voto con osobuco, y descuidaban al votante, que es el que puede meter la papeleta (de ahí el ZP en el que bebe la eme eñe añil), no nos causa sorpresa el giro de las campañas al entrar en vía muerta. El favorito sabe que no va a perder y el aspirante está seguro de que no le dan los números para ganar. Aquel pulso de ripios se paró con un toque desde arriba; siempre hay alguien por encima, que vela por la salud del sistema y rescata al sistema si el sistema está en riesgo de descomposición. Entre los dos tipos posibles de políticos, los que hablan viven en esa creencia ilusa de que la gente es idiota. El momento de excepción llega cuando los charlatanes amontonan la mención al nombre que le dieron a la autonomía; y dedican los mítines a hacer paradiñas fonéticas; un chiquito de la calzada en diferido, y con la pausa restañan cuarenta años sobre la herida del roce de acaballar citas hasta lograr híbridos geográficos. Castileón es el resultado más frecuente del abuso. Y dale que te pego a las conjunciones, que luego difuminan con guiones hasta en los membretes del papel oficial con que el pasan el cepillo de Hacienda. Dale con y, y dale con en; hasta que la conjunción engulla al sustantivo que alumbra en el sintagma. Falta respeto al mercado para tratar al cliente con esa displicencia que aplican los supremacistas en la relación social. Una organización de la que no podré formar jamás parte, porque ni soy joven ni castellanoleonés, arrima el ascua a una candidatura al distinguir la migración por el destino. Como si para un leonés escapar hasta a Burgos fuera mejor solución que hacer la maleta y refugiarse en Madrid. Llevamos con el cambio a cuestas desde Felipe; el cambio del 82 es ahora la cofradía del giro copernicano.

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