La política mundial, triturada como un gazpacho
La palabra «gazpacho» ha saltado estos días de los menús al mismísimo libro de sesiones del Capitolio de los Estados Unidos porque una senadora ultra trumpista, Marjorie Taylor Green, de verbo radical, confundió la temible policía secreta de Hitler, la Gestapo, llamándola «Policía Gazpacho». La burla fue inmensa entre los parlamentarios y en el hemiciclo de Twitter. Hasta el chef José Andrés, muy reconocido por la élite de Washington, escribió: «La invito a mi restaurante a probar el gazpacho, siempre que lleve mascarilla y tarjeta de vacunación». No irá, claro, por no vacunarse.
Más allá de la confusión y la rechifla, porque a la fogosa senadora le tenían ganas por sus excesos verbales contra los demócratas y las minorías, recuperar la palabra «gazpacho», para la política viene bien para definir lo que ahora mismo sucede: columnas de camioneros canadienses anti vacunas bloquean el principal paso fronterizo entre Canadá y Estados Unidos amenazando la economía, mientras imitadores suyos amenazan con cerrar Washington y París; el presidente mexicano López Obrador en sus interminables «mañaneras» diarias sugiere una «pausa» en la relación diplomática y económica con España -el segundo país inversor- quizás para desviar la atención de la degradación de México por violencia: seis periodistas asesinados en lo que va de año y casi nunca un crimen esclarecido; súmenle el vodevil de Boris Jonhson al que cada semana se le descubre una nueva fiesta en pleno confinamiento, con el prestigio de Scotland Yard muy perjudicado. Eso, y algunos ingredientes más en las operetas de cada país, constituyen un auténtico gazpacho, sin duda.
Pero después de ese entrante viene el plato fuerte que se nos puede indigestar: la temida invasión de Ucrania por las tropas rusas concentradas en su frontera. Cien mil soldados a punto de intervenir. La retirada de personal norteamericano de Ucrania por el temor a una inminente invasión dispara las alarmas. «Putin ya ha ganado porque en todos los telediarios del mundo se habla de él, cuando antes estaba desaparecido», estiman algunos analistas. «Su objetivo principal es dividir a la Unión Europea para debilitarla», replican otros. De momento no lo ha logrado. El Kremlin pidió una carta de respuesta de cada uno de los 27 países miembros ante la situación creada y ha sido hábilmente Josep Borrell, Vicepresidente de la UE y Alto representante de Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el que ha respondido en nombre de todos, lo que ha irritado a Rusia porque neutraliza su intento de división. De haberle salido bien la maniobra, quizás ya se hubiera dado la orden de intervención.
Desde la crisis de los misiles rusos en Cuba, en 1962, no se recuerda un episodio de tanta tensión, aunque en 2014 Putin se anexionó Crimea, estima el eurodiputado Domènec Ruíz Devesa: «Entonces Putin madrugó a Occidente y a sus servicios de inteligencia, quienes se encontraron con hechos consumados.(...) La gran diferencia ahora es que esta vez Occidente ha detectado la amenaza de Putin y la ha ido desvelando ante la opinión pública mundial, empezando por los movimientos de tropas, pero también los planes para derrocar al Gobierno de Kiev».
Nadie sabe con certeza qué va a suceder en los próximos días o semanas, pero en esta jugada internacional se cruzan política, economía y de forma especial el suministro energético de media Europa, que depende del gas ruso. Macron por si acaso ya ha ordenado construir otros 16 reactores nucleares. La política energética europea también tiene mucho de gazpacho.