Diario de León

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Ayer nos enredó la noticia del viento en popa que le sopla a la tienda de objetos religiosos de la catedral de Barcelona,  La Botiga , y se vino la charla a mercadillos benditos de más acá; bien cerca el más rumboso y requetevisto, pues estudiando en los dominicos de La Virgen del Camino entenderá el lector que tenga repasada con ávida curiosidad la tienda de Objetos Religiosos que desde un principio se alojó bajo el pórtico de entrada al santuario, tienda en la que al menos una vez ha entrado todo leonés de fe patronal o de sólo fe romera, quiero decir toda leonesa, que la milagrería y la mujer van muy cosidas en toda religión y en este catolicismo de veras que multiplicó la gran seña del cristinaismo inicial, cuya rauda expansión en el imperio romano tanto tuvo que ver con la difusión (y venta) de reliquias de mártires o apóstoles y con la regia Elena santa escarbando Jerusalén tres siglos después hasta encontrar los mismísimos clavos de Cristo, la lanza de Longinos, los huesos de los Reyes Magos o la pañoleta de La Verónica... ¡como para no nombrarla patrona de los arqueólogos, cargo del que no han podido apearla ni san Dámaso ni san Jerónimo resignados a compartirlo con ella!...

De aquella vanguardista tienda de Objetos Religiosos -diseñada por fray Curro Coello de Portugal al aire de su santuario- salió un objeto que, aunque ya no se lleve o se vea, seguro que lo guardan muchos (o todos, que con la fe fetiche no se juega y algo así jamás se tira): una crucecita de madera pirograbada con un Cristo esquemático y dos palmos de cordón al cuello: salía de las manos del padre Llobat, boxeador antes que fraile y de grato recuerdo. Nunca más volví a ver cruces en cestos como entonces; con ellas el  me las quitan de las manos  era ciencia. Fueron mucha moda en León y fueron muchos miles las que de ahí salieron. Y aquí Otavito se terció para irse de cruces yendo a caras con la historia de la reliquia más voluminosa de este santuario, el arcón del cautivo. No hay novela que lo supere, dice; y que mañana torturará aquí al lector con ella. Señor, qué cruz.

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