Diario de León

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Aver, que la publicidad convierte en oro cualquier baratija es bien sabido, y si no ahí tenemos metido al título de esta columna en algunas casas dándonos calor: al «gas natural» que básicamente no es otra cosa que el metano ese que expelen las pobres vacas a las que culpan del cambio climático por tener unas digestiones pesadas de la celulosa que contiene la hierba. Digestiones que no hacen ni tan siquiera ellas, porque, como recordarán quienes estudiaron sin planes ministeriales progresistas y efímeros, ellas rumian que te rumian mientras en la panza unos microbios se ocupan de toda la fermentación. Ese metano también es el grisú que explotaba en las minas al menor descuido y que tantas vidas segó traicioneramente, pero, puesto en el trance de escoger, el publicista sigue prefiriendo «gas natural» porque grisú suena más a grupo punk que a empresa de servicios.

Ahora Europa está certificando como energía «verde y sostenible» al gas natural y a la que procede de centrales nucleares. Los europolíticos tienen que haber visto claramente las orejas al lobo estepario ruso para animarse a recalificar como verde a toda aquella energía que sustituya al carbón emitiendo unos mínimos de dióxido de carbono. Argumentando en el vacío de un mundo acaso irreal, cualquiera prefiere renovables, pero, visto lo que rinden por ahora, igual la producción se queda corta por los dos lados. Los alemanes, que tienen fama de fiables, no se han fiado demasiado de la economía descarbonizada que se ha exigido a los demás y un tercio de la electricidad que producen para consumo propio procede todavía de la hulla y antracita que aquí alegremente arrumbamos al desván del olvido en aras no tanto de la civilización como de la promesa del eslogan con subvenciones del «otro mundo es posible». A veces nos pasamos no sé si de crédulos o de más listos que «naide». Sin ponernos tampoco muy estrictos, la recién inaugurada «taxonomía verde» de las energías según Europa es como poco algo cuestionable. Pero no por las cosas que esgrime el Ministerio de Transición Ecológica, ya saben, el cambio climático —que igual vale para un roto que para una peatonalización—, la resiliencia y la sostenibilidad, sino porque, aunque sea un hidrocarburo, el gas natural sigue siendo energía fósil que se libera por combustión. Incluso sin pensar en tener cierta independencia energética, cualquiera puede preguntarse: ¿para esto nos hicieron cerrar las minas?

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