Diario de León

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La poesía les ha hecho justicia. Y una placa en una calle de León. También un monolito cerca del lugar donde los mataron en Ponferrada. La otra justicia, la de los tribunales, no se la espera. En primer lugar porque existe una Ley de Amnistía desde la Transición, una ley de amnesia, que dejó impunes todos los crímenes de la represión franquista. Y así no se reconstruye una democracia.

Escribo, claro, de Jerónima Blanco Oviedo y de su hijo Fernando Cabo, que tienen desde el martes un hito en Flores del Sil, a la altura del número 336 de la avenida de Portugal donde vivieron, para recordar que el 23 de agosto de 1936, al final de un verano sangriento, murieron asesinados por un grupo de pistoleros falangistas que buscaban a Isaac Cabo, marido, padre, huido en el monte Pajariel desde el comienzo del golpe de Estado.

Jerónima Blanco tenía 22 años y estaba embarazada, en avanzado estado de gestación. Su hijo Fernando había cumplido los tres años. Nada de eso detuvo a los asesinos, que dejaron los cuerpos tirados en la cuneta para que Isaac Cabo los encontrara cuando bajara de noche del Pajariel para ver a su familia. La infamia, hay que contarlo de nuevo, no se quedó en ese doble, triple asesinato más bien, porque los asesinos también se ensañaron con el resto de la familia de Isaac. Mataron a sus padres, a sus dos hermanos y a su cuñado. El perseguido salvó la vida, aunque más adelante sería detenido, y la rehizo —si esa palabra es posible después del trauma— en Matallana de Torío. Lejos de Ponferrada. Lejos del monte Pajariel. Lo más lejos posible de los asesinos.

Un homenaje como el que el martes recibieron Jerónima y Fernando debería estar por encima de cualquier debate político. Debería haber suscitado el consenso y la unanimidad. No fue así. De hecho, han tenido que pasar catorce años desde la exhumación de parte de los restos de las víctimas para que Ponferrada organizara un acto de desagravio, de compasión. Incluso el Ayuntamiento de León se le adelantó.

Allí se oyeron los versos de Gamoneda como el martes recitaron en Ponferrada los de Juan Carlos Mestre. Y la pregunta que debemos hacernos ahora es por qué a estas alturas de nuestra democracia solo la poesía ha hecho de verdad justicia en un crimen como este.

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