Diario de León

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Cuando nos habíamos abandonado a la creencia de que las Cortes autonómicas no pasaban de un edificio sobredimensionado en el que, en las tardes menos ociosas, se dictaban leyes que luego se encargaban de anular los tribunales, la última semana nos ha reconciliado con su reivindicación como espacio en el que los parlamentarios representan a la sociedad que los eligió. No hablo como presencia, que en muchos casos no pasa del maniquí que levanta la mano impulsado por el hábito aprendido de sumisión a las siglas que le dan de votar, sino como traslado de los estereotipos que habitan la calle. El chulo, el macarra, el soberbio, el sobrao, el listo, el guapo de discoteca, el miserable, el taimado, el enterao y hasta el cuñao ocupan espacio en los asientos del arco parlamentario, como se ha visto en las sesiones que han convertido el hemiciclo de Valladolid en el plató de Hombres, Mujeres, Vices y Berzas. Tronistas, pueden emitir su voto, se propone como latiguillo para prologar las sesudas deliberaciones de sus distinguidas señorías.

La temporada promete. La entrada de Vox garantiza momentos como los vividos esta semana para enganchar a la ciudadanía a convertirse en audiencia. En una institución que, en una encuesta callejera, obligaría a los participantes a ir a la wikipedia para buscar su ubicación y funciones, la pelea del vicepresidente Juan García-Gallardo con el anterior ocupante del trono consorte de Alfonso Fernández-Mañueco, Francisco Igea, aporta una frescura al debate como no se había visto desde que Kiko Matamoros y Rafa Mora hacían tándem. El descenso a los niveles de la calle se fraguó con ese careo en el que el médico de Ciudadanos le recriminó al titular de la consejería vaciada de funciones que le hubiera aludido por un nombre al que no contesta. «¿Me ha llamado imbécil?», le retó, en mitad del hemiciclo, con ese gesto de despechado que ha hecho que el galeno castellano se entregue al Twitter para sobrevivir como un Labordeta de salón. No hubo respuesta por parte del voxero, altivo en su papel de galán cañí, convencido de que le pagan por generar polémica. El ambiente calentó tanto el plató que en la siguiente sesión, el vicepresidente de las Cortes, Francisco Vázquez, tras otra refriega, suspendió el Pleno para que «se jodan». No, hombre, no. Ahora que nos habíamos enganchado... Les íbamos a perdonar hasta que nos traten como a imbéciles.

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