Diario de León

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Volviendo a ver cada día la plantación de esculturas a la que hoy tiende todo núcleo urbano invadiendo plazas, jardinetes o rotondas, habrá que recordar aquella pregunta que se hizo hace seis años Rubén Villamor, peatón de las calles de este tiempo y vecino del buen gusto. Dijo entonces: «Además del gasto, tocino y sospechas enterradas en ese arbolado artístico, ¿es que va a quedarse ahí plantado toda la vida?... ¿por qué?... ¿qué mérito o privilegio puede exhibir tanto alarde escultórico para que no lo apeen o muevan del sitio, si en ningún caso se adquirió y plantó ahí con concurso público o al menos algo de decencia, ni precisaron una opinión profesional o consulta a los vecinos?... fue decisión personal del político de turno ostentando capricho en la elección y muchas veces un mal gusto clamoroso y un gasto generalmente desmedido y podridito de comisión o regalito... a precio de leonardos o picassos salieron no pocas de esas esculturas y ahí siguen mirándonos altaneras cada día para mortificarnos el paseo o la jornada, porque algunas todavía siguen vomitándonos encima las risotadas del artista, del comisionista y del listo de la pista que aún deben estar cantando a coro el «que nos quiten lo bailao... y lo plantao».

Esas esculturas son mobiliario (mueble es lo que puede moverse; y lo inmueble, inamovible, como Puigdemont) y los muebles de una casa, por ejemplo, siempre se cambian alguna vez de sitio o se renuevan para sentirnos con otro aire. Lo fijo aburre, fatiga. Y dijo que lo democrático sería que ese «arte» puedan disfrutarlo todos los vecinos, ¿no lo pagaron ellos?, sugiriendo rotación de esculturas para que no sólo las gocen o sufran los mismos, cambiándolas de aquí pallá y haciéndolas circular por barrios; es feo centralizar esa «belleza»... o mejor, intercambiarlas con otras ciudades; y si por el camino se extravía alguna horrible, lo agradecerá infinito la comunidad, la justicia y la belleza. Y ahora piense el lector a dónde movería las que elija, fíjeles un justo destino y no dejará de pasar un buen rato vengándose de la tiranía.

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