Diario de León

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El otoño aprieta y adelanta un invierno siberiano. No en lo climático, que ya podía; sí en todo lo demás que produce escalofrío. Es lo que hay. Inundados de virus de todo moco el estornudo es un mal menor para las familias acuciadas por una tormenta perfecta de la que son involuntario ombligo.

La banca busca con el Gobierno cómo esquivar la avalancha de mora que se le viene por el empobrecimiento de la legión trabajadora. Se anuncian (también desde la Junta) medidas para parchear el tormento hipotecario que no ha hecho más que comenzar. Mucho ruido y pocas nueces: hay que ser pobre de solemnidad y sufrir arañazos feroces en los créditos para intentar si eso a ver si acaso se cumplimentan en tiempo y conveniencia las exigencias para que la deuda se reestructure en el corto plazo.

Vulnerabilidad sigue siendo la palabra de moda. El concepto engorda a cada tropiezo económico o sanitario y atrapa a quienes en otros tiempos fueron clase media e incluso acomodada. Engulle no a los excluidos, sino a los que trabajan. Qué mayor pobreza puede concebirse.

La hipocresía energética sólo ha iniciado el estrangulamiento de un sistema viciado. El coste del gas no es ni mucho menos el de toda la energía que se vierte en el sistema, pero todo se cobra al máximo precio. Se hace caja con engaño en el fondo y en la factura. De la demagogia de reabrir las minas, sólo apuntar inviabilidad y lodo en el turbio discurso de la confusión.

Se alerta además contra los efectos de segunda vuelta si la locura alcista de los precios se traslada a los salarios. Ahora que los panaderos advierten de que no hay más miga que mojar. Es el pan que ya no será de cada día como ejemplo de lo que viene rasurando en las neveras un encarecimiento que pone tan en la picota a los productores como a las familias (de lo que se araña en el medio hay mucho que rascar, y aquí no cabe).

En esta ensalada asfixiante escuece la cuestión de las modas y la enajenación en la que pretenden hacernos vivir. Primero se pagaron los pantalones rotos, luego las zapatillas rotas y ahora el top de la moda vende a precio de doble salario mileurista (qué tiempos en los que aquello era una deshonra) un bolso, clutch , que simula una bolsa arrugada de patatas fritas.

Mientras, se debaten los impuestos ‘a los ricos’. ¿Quién es hoy rico y quién pobre? En un medio cada vez más estrecho se estrangula a los que ni fu ni fa. Supervivientes. De seguir así, por poco tiempo.

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