Diario de León

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Lo de que el poder otorga un plus se puede comprobar con los primeros alcaldes de la Democracia en esta provincia. En las dos grandes ciudades, pero también en incontables pueblos, los que ocuparon los sillones en 1979 aprovecharon ese empujón para aferrarse al cargo durante muchos, pero muchos años. En León fue el centrista Juan Morano y en Ponferrada el socialista Celso López Gavela. Ambos ya fallecidos, tocaron de inicio poder por los pelos. El primero gracias al VAR —como le ocurrió hace tres años a José Antonio Diez— y el berciano, que ni siquiera fue el más votado, por la incapacidad para ponerse de acuerdo entre partidos que eran afines.

Cuando se tiene el altavoz del mando, con toda su capacidad de influencia, la caída suele llegar por incapacidad o por errores propios. Los ejemplos más recientes pueden ser lo ocurrido en León con Paco Fernández, que cogió velocidad de crucero a rebufo de Zapatero pero se estrelló prejubilado por la Caja. Hasta el punto de dar una mayoría absoluta a Emilio Gutiérrez, que no esperaban ni propios ni extraños. En la bancada opuesta, el operativo del entonces ‘cocinero’ del PP provincial arrebató a su partido la Alcaldía de Ponferrada, colocando a la abogada bembibresa Gloria Fernández Merayo a la desesperada. Dio cuerda al rival y ahora Olegario Ramón hace y deshace con el viento de cola.

No debe olvidarse que las corrientes políticas nacionales también tienen mucho peso. Ahora Moncloa parece empecinada en repeler sufragios, aunque también es cierto que el voto cautivo socialista es muy sólido y no son pocos los que dan bueno todo lo que venga del aparato. Aunque sea a base de ‘taparse la nariz’ ante los avales a golpistas y proetarrras, o la limitación de condenas a violadores y prevaricadores.

En Madrid, entra en el guion lo de pagar el peaje de la derrota antes de llegar a la Moncloa. Como le ocurrió a Felipe González, a Aznar, Rajoy y Pedro Sánchez. Todos con dos fracasos, salvo Zapatero que ganó a la primera en aquel convulso marzo de 2004.

Quizá es que, lo de los paracaidistas y los mirlos blancos, es como lo de los experimentos. Mejor con gaseosa. Frente al leonesismo de José Antonio Diez —aunque es más fácil que logre de sus compañeros de partido en Madrid una estación marítima que una autonomía— los populares sólo tendrán algo que hacer —con el beneplácito de la UPL— apostando por lo que quieren sus votantes. Y parece obvio. Gestión. Y sin complejos ni cantos de sirena del presunto mal del Pisuerga...

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