Diario de León

Creado:

Actualizado:

Como decía un editorial de la revista Picogallo, que se realizaba en La Mediana del Torío durante los efervescentes años ochenta, demostrando que también existió una Movida a contrapelo, de casino y teleclub, la mayoría de las guerras no se hacen porque los contendientes quieran distintas cosas, sino porque precisamente desean la misma. Aun así, si hemos aprendido algo de tantos milenios de belicismo humano es que resulta relevante diferenciar entre el nacimiento de las hostilidades y los alcances que tienen. Dirimir entre las razones y las consecuencias, teoría y práctica, la prédica y el dar trigo.

El término de la Gran Guerra, primero de los conflictos que se han adjetivado como mundiales, supuso el fin de la mayoría de las monarquías existentes en Europa. Sin embargo, el motivo latente, al que se culpó de aquella lucha armada, fue el asesinato del archiduque de Austria y las complejas alianzas de las potencias europeas con el colonialismo como telón de fondo. Con las guerras pasa como con las noches de parranda: se saben cómo comienzan pero no cómo acaban. Conviene tener mucho ojo, a la hora de abordar una batalla en marcha, con las pretensiones visibles e invisibles, pero más importantes son las consecuencias, casi siempre imprevisibles, que traerá consigo la paz. Más allá del fin de la escabechina de seres humanos, los líderes implicados hacen sus cábalas de futuro pero nunca pueden tenerlas todas consigo. El viento de la historia, hasta un instante antes de convertirse en huracán, siempre es una amable brisa que ronronea el rostro. Y con ese temor se juega. En ambos lados de todos los frentes. No hay geoestratega capaz de predecirlo con acierto.

Churchill ganó la segunda guerra mundial y los británicos se lo agradecieron votando a Clement Attlee en las siguientes elecciones. Putin casi con toda seguridad que no se alarma ante la posibilidad de perder unos comicios en Rusia, mientras que Zelensky desconoce si habrá próximas elecciones en Ucrania o en lo que quede de ella. Probablemente la gran diferencia entre ambos es que, mientras uno tiene la necesidad de buscar un sucesor, el otro sabe que, en caso de faltar él, una legión de voluntarios se ofrecerá para coger el testigo de la defensa de su patria. Sea cual sea el resultado de esta guerra, nacida de una agresión gratuita e intolerable, ya conocemos vencedor y derrotado, aunque no lo qué ocurrirá en el mundo de mañana.

tracking