Diario de León

Antonio Manilla

Porfías y peloteras

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Pese a que ya se encamina hacia su final el mandato de cuatro años al frente del ayuntamiento, no ha perdido el alcalde el apetito por ser pragmático: «menos política y más gestión», reitera en las ondas cada semana, lo que no está mal, si no fuera porque también es político, y no uno de esos insustanciales o anodinos que tan a menudo campan por estas tierras, como ha demostrado en sus ya numerosas enganchadas con líderes, sobre todo, de su propio partido. Como no deja pasar la ocasión de enzarzarse en polémicas tan simbólicas como estériles en defensa del buen nombre de la ciudad que representa, nada se le puede reprochar como paladín del honor leonés, como hombre que antepone, a la servidumbre de formación, el amor a la ciudad en la que vive y para la que trabaja. Pero no es menos cierto que a él seguramente se le votó más como político que como gestor, materia en la que carecía de probada experiencia anterior por lo que se deduce de su currículo. Algún voto, pensamos en casa, sería a las siglas, a la marca, al grupo que lo puso como cabeza de lista. Y mira que sentimos coincidir en algo con Cendón, que se desespera por implantar cierta disciplina interna desde su fantástica percepción del presente y futuro de León.

El asunto es que esa desafección entre el edil y la sede no se sabe si perjudica los destinos de la ciudad, pero desde luego no los beneficia. Ese estado anodino en las preferencias de quienes manejan los presupuestos estatales deja a León poco menos que a la misma altura que cualquier urbe gobernada por otros. La utilidad o ventaja que se supone es vestir un alcalde de la misma bandería que gobierna se pierde por el sumidero de las porfías, disputas y peloteras. No te quitan, pero tampoco te dan, y, en estos casos, lo que dejas de ganar hay que contarlo como pérdidas.

Nada es nuevo bajo el sol de la provincia y situaciones así ya las hemos vivido antes, aunque en la orilla opuesta. José Antonio Diez parece inspirarse en el modelo de Morano, que con una mano cargaba contra su partido en asuntos concretos y con la otra le ganaba las elecciones. Al margen de las siglas, enfrentado al aparato, sin doblegarse en cuestiones de conciencia… mientras fue imbatible en las urnas. Sólo el éxito vale.

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