Diario de León

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No es que haga falta un sesudo informe para ver lo que pasa en la sanidad, se sabe a un estornudo que tenga una, qué decir si el achús decide quedarse a vivir contigo. Sin entrar a casos más graves. Cuando ya se ha convertido en habitual que un médico de la pública te diga (con confianza que se agradece) que si quieres saber cuanto antes por qué te duele mejor te hagas la prueba’por lo privado’, es que hemos ido un paso más allá en el sistema. Cuando vas a la privada y enfrentas colas, suba por aquí, pregunte allá, y la cita para dentro de tres semanas, es que se ha avanzado lo suyo en el desconcierto de un engranaje que chirría.

La cosa no tiene fácil componenda. ‘El sistema’ es mucha maquinaria que intentar ajustar sobre la marcha cuando se tambalea desde los cimientos y tampoco está claro hacia qué modelo se quiere caminar. Y dejar correr los años, como se ha hecho presumiendo de que con achaques y todo la sanidad pública es muy buena cosa del estado del bienestar, evidencia que sólo empeora las cosas.

Sobre la sanidad se debate, mucho. Pero adolece del debate de verdad. Desde luego porque meterle mano al ‘sistema’ es como meterla en la cesta de la cobra, y lo cierto es que no sobran recursos con los que engrasar al gigantesco ensamblaje.

Mientras León sigue navegando en el proceloso intento de atrapar una facultad de Medicina, lo que irrita a universidades vecinas que no quieren perder su parte del bocado que se viene, en Oviedo ya hay compromiso de pagar a su facultad casi 50.000 euros por cada alumno nuevo que acepte en el primer curso.

Un panorama envuelto además en una creciente ola de movilizaciones de profesionales y pacientes hartos de la situación. Y, no conviene olvidarlo, convenientemente agitados por el ruido preelectoral. Es buen momento para organizar zafarranchos, no importa tanto a qué respondan.

Ahora, si se quiere entender la cosa, no hay más que encomendarse al consejero de Sanidad de Madrid. Que tiene claras varias cuestiones: que con los sindicatos no se puede hablar porque ellos no quieren; que los datos públicos sobre inversión y calidad del servicio en su Comunidad son falsos y torticeros; y que hay que tener claro que necesitamos un modelo de ‘sanidad líquida’, no como el actual, que arrastra los males de su inspiración cubana (dixit). Más enfermería y menos presencia en los hospitales, propone. «No se puede vivir de espaldas al cambio». Cierto. ¿Cambio hacia dónde?

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