Diario de León

Alfonso García

Héroes y villanos

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Escribe Luis Mateo Díez en su última novela, Delitos como animal de compañía, que «mientras menos se sepa de lo que somos, mayores posibilidades de subsistir sin que nadie se entere». Parece una advertencia serena frente a la exposición social de las personas, de todas o la mayor parte, especialmente de las que consideramos públicas por el ejercicio de responsabilidades en este ámbito. Más aún hoy en que, desde los anonimatos, a veces crueles, de las redes se ataca sin la consideración de razones ni argumentos, a veces incluso afilando la mirada en cuestiones estrictamente físicas. En una época de polarización desaforada incluso la mentira se utiliza como método bajo el ancho paraguas de la impunidad. Generar el descrédito de los demás parece haberse convertido no en garantía de las propias convicciones, sino en una pretendida confirmación de las razones propias, pese a quien pese. Pensar no parece estar de moda. Y es una lástima, puesto que se trata de nuestro mejor don.

La polarización suele llevar a bruscos movimientos pendulares. El paso del blanco al negro se hace en un pispás, sin estaciones intermedias en la riqueza de las gamas cromáticas. En los territorios, también en el cercano, las euforias desmedidas conducen a la creación de héroes: a veces ciertos detalles, noticias, matices, repentinos descubrimientos o acciones puntuales, por citar algunas posibilidades, se convierten en levantamiento de pedestales, elenco numerado de virtudes, ponderaciones hiperbólicas, concesión de distinciones variopintas, medallas hasta doblegar el cuerpo por el peso…

Me encantan los reconocimientos a las personas. Siempre dice bien de quienes los promueven. Pero es conveniente advertir, creo, que el triunfo es una forma de fracaso, puesto que comporta muchas obligaciones, seguramente también servidumbres. Así que cualquier tropiezo o desliz del héroe lo puede convertir rápidamente en villano. Y donde hubo cañas crecerán seguramente lanzas. La mayor, sin duda, la del olvido, que en territorio cercano tiene muy afiladas las garras. Cuando los reconocimientos no son oportunistas, suelen ser más duraderos.

Creo, en fin, que la memoria tendrá que ser uno de los valores de este siglo. Necesitamos una profunda reflexión, un gran ejercicio de memoria por tanto.

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