Diario de León

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Se vienen, se anuncia, se sabe, tiempos de filiación ideológica, de adhesiones inquebrantables, de apoyos incondicionales, de peticiones de abrazos gratis en forma de voto. Se vienen fechas electorales y, con ellas, se vienen esos tiempos en los que los políticos, como los actores cuando estrenan una película o nosotros los escritores cuando sacamos libro, dejan de ser esos seres borrosos a los que, a lo sumo, vemos y escuchamos en los telediarios sólo si una polémica puntual les obliga a ponerse corbata y gesto recio y hacer alguna que otra declaración de palabras medidas, escritas y consensuadas.

Vienen esos momentos en que ellos, los políticos, necesitan gustar, convencer, renovar, nunca mejor dicho, sus votos ante nosotros sus votantes. Viene, ya ha comenzado, un tiempo en que, como mi vecina Alfonsa cuando llama a la puerta porque necesita pan y ya le han cerrado la tienda de abajo, los políticos necesitan gustar. Igual que mi vecina Alfonsa han pasado estos años con gesto huidizo y modales esquivos.

Tratando de evitarnos en el ascensor, forzando un alzamiento de cuello y una sonrisa artrítica si la casualidad inevitable nos ha cruzado en el portal. Pero ahora, como a Alfonsa en plena crisis de trigo, no les queda otra que tragarse la soberbia y, en algunos casos, el desprecio que sienten por nosotros, y enseñarnos los dientes luminosos ahora para agradarnos y conseguir que pensemos que esa dentadura recién blanqueada jamás ha pretendido mordernos. Veo a escritores como yo como seres completamente diferentes en los periodos en los que estamos escribiendo, inseguros, sudorosos, trágicos y sintiéndonos más farsantes en cada palabra que damos por buena. Me veo, nos veo, tratando de acabar nuestra novela entre la inseguridad, la guadaña de la fecha de entrega, la perpetua convicción de que necesitarías un año más para que fuera perfecta. Y veo a escritores como yo, cuando ya el libro existe, moverse, movernos, por los casilleros de promoción mágicamente transformados en seres que se muestran orgullosos de esa novela que, hace un mes odiaban. Se vienen esos días de ver a los políticos, a todos, mostrarse seguros y firmes en entrevistas, simpáticos y cercanos en programas de entretenimiento, gritones en mítines, como haga falta donde haga falta. Le veo frente a un espejo con varios asesores estéticos tomando decisiones sobre maquillaje, corbatas, colores y recortes de pelos de la nariz. Deseando, como yo, que acabe la promo y poder volver a ser como quiera que sean ellos, no como creen que queremos nosotros. Llega el circo, denles, pan.

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