Diario de León

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Hubo un tiempo, en los albores de la Transición, en que el 23 de abril, en Villalar, fue clandestino y había carreras de grises detrás de jóvenes que levantaban polvaredas de libertad. Miguel Escanciano lo inmortalizó años después en la famosa canción Banderas de abril, un triple homenaje a la II República, a la Revolución de los Claveles y a la revuelta comunera. La canción de nuestro querido Escanciano se convirtió en un himno generacional mientras echaba a andar la Comunidad (no) deseada. Cuarenta años de Estatuto de Autonomía no han logrado el ansiado ‘sentimiento de Comunidad’, ni se le espera. Obras son amores y la política centrípeta de casi 36 años de gobiernos del PP produce aversiones de todo tipo en las periferias. Desde el leonesismo, que también gestaron aquellas generaciones sedientas de libertad, hasta las voces de la España Vaciada, disidentes del PP que han aprovechado frustraciones provinciales (Por Ávila), el singularismo castellano de Burgos, el bercianismo irredento y como broche, un alcalde-candidato que muda las siglas del PSOE por el lema Solo León. Pero es que el sentimiento de Comunidad brilla por su ausencia en la Junta. ¿Cómo lo van a tener los comuneros y comuneras, el común o el pueblo? Sin entrar en ejes logísticos y económicos, al Gobierno del PP y Vox le importan tan poco las formas que ha trasladado el festivo por antonomasia de la Comunidad al 25 de julio, festividad de Santiago y de Galicia. No sabemos si por las meras ganas de fastidiar con que Voz marca territorios de lo absurdo y la ignominia o porque, es un decir, León no se viniera arriba con un 24 de abril festivo para celebrar a sus héroes leoneses de 1808. Mañueco celebró su fiesta de moqueta el viernes y el pueblo que trabaje el lunes. La revuelta contra el Gobierno de la Junta que hoy se escenificará en Villalar será un flor de un día si no asume el necesario equilibrio territorial cuya ausencia marca la desafección a Castilla y León. Nunca fueron tan oportunos los versos de Luis López Álvarez: ‘Comunes el sol y el viento, común ha de ser la tierra, que vuelva común al pueblo lo que del pueblo saliera». En León, en 1521, los comuneros no lograron pasar de Puente Castro aunque fue un clérigo leonés el que arengó a favor de los comuneros en Valladolid. Y ahí seguimos atorados, con el sueño de la autonomía 18.

Tras la derrota, quedaron las mujeres. María Pacheco, la Leona de Castilla, prolongó nueve meses la resistencia en Toledo y María Juana de Quiñones, la Brava, peleó desde Toral de los Guzmanes por la hacienda familiar y el perdón de los comuneros leoneses, que capitaneó su marido Ramiro de Guzmán y sus hijos en contra del Conde de Luna.

En esas andamos. El deseo y el azar se han unido y hoy veré qué se pelea y se celebra en la campa y qué queda de las banderas de abril. Y llevo el encargo de una leonesa de dejar por allí unas violetinas en recuerdo del espíritu comunero.

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