Ni condón

Van de excursión. Se anima la peña escolar. Cansados de «el señor conductor no se ríe, no se ríe, acelere, señor conductor», ahora los guajes berran una vieja cantinela:

L a infanta doña Eulalia

se tapaba el tipití con una dalia.

La infanta doña Isabel

se tapaba el tipití con un clavel.

Moraleja:

Hay que echar de España a las infantas por el mal uso que hacen de las plantas.

Y en estas, el monitor que comanda la tropa pide un momento de silencio porque va escuchando él la radio y confirman en una tertulia que el rey nuestro señor, emérito en demasía, tiene una hija de la que al parecer todos sabían y murmuraban en los selectos mentideros de la corte, aunque hasta ahora no se había hecho público o tan manifiesto, incendiándose el chismorreo nacional... Alejandra ella, conocidilla y famosilla ya antes de esto en sus aristocracias y revisteos. Su madre ya lo hacía saber hace mucho en sus círculos de nobles cotorras, aunque algunas la tenían por algo fantástica (llámese también envidia)... pero ella insistía (anda que no te permite pavonear entre gente tiesa el que te haya echado unos polvos el rey Juanito... y porque, además, ponerle los cuernos a una reina debe excitar lo suyo y hasta estirarte el cutis).

¡El rey emérito de todos los españoles, su majestad don Juan Carlos de Borbón y Borbón, tiene una hija más, una hija hasta ahora desconocida!, ¡habemus nueva infanta!, ¡Dios salve a esa bendita bragueta!, anuncia a la excursión el monitor exaltado en albricias. Y allí mismo, en la libreta que nunca apea, el «dómine chandal» improvisa su propia coplilla al salto para que pueda cantarla después a berrido limpio y claro ese autocar que salió de un colegio de Oviedo para visitar en Madrid el Prado... y el Palacio Real, qué casualidad:

Se ufanaba el emérito Juan Carlos

de tener unos cojones más que largos;

y su hijo, el monarca don Felipe,

ya no acaba de salir nunca del flipe.

Moraleja:

Hay que echar de España a ese Borbón por no usar ni cabeza... ni condón.