Diario de León

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En algún cajón donde se archivan los sueños en la memoria tiene que estar la casaca azul cielo, que se quedó más corta que la horma, que era la de Insigne en el regate, de Martens al remate; el azul de Careca y Alemao, o el azul después del grana en Maradona. Todos los pobres llegamos en algún momento de nuestra vida a bancar al Nápoles, en esa barrera del non plus ultra frente al puerto que deja ver el mar de los deseos entre volcanes que vomitan ideales. Nápoles es el sur que pone la estrella del norte, desde aquel acoso ecuménico que reunió a todos los desheredados del poder bajo el coro infame del lavatevi, lavatevi, lavatevi que opuso la grada ante el empuje imparable del floreciente equipo del viejo reino. La supremacía del clasismo territorial tiene un no sé qué que balbucea en la hemiplejia del estado autonómico que nos unta la tostada desde 1983. Lavatevi, lavatevi dicen también los señores de la tierra cuando se burlan de que León no puede con la miseria que ellos mismos le han generado. El circuito emocional que hace jalear al brillante campeón del último scudetto lleva a los altares de la gente que venera los milagros; la sangre de san Genaro se licúa con la periodicidad que traen las promesas políticas de rescate de la estrechez con la urgencia de los votos y las urnas; era fácil de predecir que el fenómeno se fuera a repetir en este año, con un leve tono azul en el resultado. A qué ciudad no le gustaría que su equipo vistiera camisetas con letreros que encumbran la mitología como fuente de la civilización. Las almas bebían del Lete antes de reencarnarse para regresar a la vida ajenas al pasado; el agua del Lete, uno de los ríos del Hades, tiene la propiedad de generar un olvido completo, de borrar, un click de apagón. Quién va a querer transitar por la vida en omnisciencia, el tedio, la pereza que da la previsión, en vez de colocarlo todo al azar del vacile, el descuido, la improvisación. Si es por obra y gracia de la reencarnación, los leoneses abrevamos del Lete, en vista de la desmemoria que nos rodea en mayos como este mayo que no marcea y ha devuelto al Nápoles al triunfo de los pobres, a anidar en la mano de Dios que nos regaló Sorrentino. Igual la Cultu tenía que volver a empezar con el Leteo de patrocinador.

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