Diario de León

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Nada es igual tras la hecatombe de las municipales y autonómicas. Aunque se percibirá mejor después del 23J. Sin embargo, Pedro Sánchez se cree capaz de parar el tiempo. Piensa que La Moncloa puede domeñar la opinión de los ciudadanos. De hecho, el presidente del Gobierno disolvió de golpe la coalición con Unidas Podemos con su convocatoria adelantada. Además, el PSOE le ha puesto pie en pared a Podemos. Literalmente. El puente de mando socialista apuesta por la alianza con Sumar. No le cabe otra, si desea seguir al frente. Pero ni siquiera con eso tiene suficiente: bien sabe que su nuevo pacto de investidura, si les dan los números, debe incluir a ERC y bilduetarras. Aunque ese «bloque» se encuentre desde hace semanas bajo un manto de silencio socialista.

El tiempo de reivindicar el bipartito se acabó. También las caras sonrientes con Gabriel Rufián o Arnaldo Otegi. Hasta Nadia Calviño comparece en la sala de prensa de Ferraz para mostrar su compromiso con Sánchez —pese a haber declinado ir en las listas electorales— y, de paso, alegar que la influencia morada en la política económica ha sido «prácticamente ninguna». La lectura del 28M en la sala de máquinas gubernamental es que Podemos «resta» y el castigo sufrido en las urnas ha sido por culpa de ellos. Es la fórmula elegida para salvar al líder de la quema. «Resultan realmente insufribles», se oye ahora entre los muros del cuartel general socialista cuando hablan de Irene Montero, Ione Belarra o Pablo Iglesias.

«Nosotros no somos como ellos». Esta es la consigna que recitan los altos cargos del PSOE. Huyen de la soga que se han puesto al cuello durante cuatro años. Porque, como reconocen algunos, Podemos, ERC y Bildu suponen «nuestro elefante en la habitación». A toro pasado, aceptan que Sánchez erró al meter a los morados en el Gabinete y pactando luego con independentistas y filoetarras. Incluso cercanos colaboradores critican a estas alturas que su «jefe» convirtiese la última moción de censura de Vox en una lanzadera para Yolanda Díaz.

Toneladas de tierra se echan ahora sobre la sincronización de aquel ensayo de tándem Sánchez–Díaz que se reivindicó con ahínco. Las tornas han cambiado. Y la satisfacción de los cuadros territoriales del Partido Socialista con la zapatiesta organizada en Sumar se huele a distancia. «Nuestro río ya se desbordó hace mucho», coinciden desde distintas federaciones cuyos barones, caídos en las urnas, se disponen a replegarse hasta la derrota que ya descuentan a finales de julio.

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