Diario de León

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No sólo porque lo soy y apuesto por defender lo mío, sino porque nos lo merecemos. Yo adoro a las mujeres. Y, ojo, que no quiere decir que me guste menos el sexo opuesto ni que lo infravalore, que esto no es una cuestión de descarte y hay tarta más que suficiente para repartir entre todos. Pero hoy quiero hablar de las mujeres. El pasado domingo se celebró el Día Internacional de las Mujeres Rurales y, más allá de lo bien que queda de cara a la galería lo de los días dedicados a una labor, persona, enfermedad o causa determinada, me gusta que se le otorgue (o al menos se intente) la relevancia que se han ganado por sus méritos propios. 

Si ya de por sí lo de ser mujer no es fácil para algunas cosas, vivir en un pueblo le añade complejidad al asunto. Sabemos de sobra que lo del pueblo es un placer en vacaciones, pero se parece más a una tortura cuando hay quehaceres cotidianos a manta. No les digo nada cuando encima esas mujeres se atreven a emprender en esos rincones en los que los servicios resultan una ilusión más bien lejana. Y viven de su propio esfuerzo. Ahí es nada. 

Ellas son ejemplo de  empuje vital y, además, resultan imprescindibles en esta provincia y en cualquier lugar del mundo. Mujeres que pueden ser madres, hijas, esposas o todo junto. O quizás nada más que mujeres, que no es poco. Porque sobre la mujer rural pesan todos esos papeles y se añade el de vivir en zonas donde hay muchas cosas que resultan inalcanzables y un simple trámite puede convertirse en una película de terror.

Yo tengo dudas de que la mujer ‘moderna’ haya evolucionado sobre sus antecesoras. Me asalta el desconcierto cuando me veo aturdida tratando de cumplir como puedo con todos los papeles que parece que tenemos que encarnar. Ya saben: mujer, trabajadora, madre, hija, esposa, ama de casa, cuidadora... y la lista puede ser mucho más larga. Todo lo que cada una quiera.  Es cierto que no nos obliga nadie, pero también es verdad que existe una presión (pónganle la coletilla que quieran) que nos afecta. Y también es  cierto que todos conocemos casos de todo tipo. Pero lo que queda claro es que el papel de la mujer rural merece aún más el reconocimiento. «Sin ellas no hay nosotros».

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