Diario de León

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Como soy muy previsor, he empezado ya elaborar la carta a los Reyes. Necesitaré más memoria que papel. Voy a pedirles un libro que el almirante Luis Carrero Blanco publicó en 1971, sobre la batalla naval de Lepanto; aquella en la que Cervantes perdió la movilidad de su mano izquierda. Aquí es donde Melchor exclama sarcástico: “¿Y el último premio Planeta no es lo suficientemente antiguo, Aguirre?”. No, soy de gustos fijos. Y también pediré un libro de cuentos de Twain, que ya tengo pero que he perdido en mi propia biblioteca, que los debe de prestar a mis espaldas. Me vale cualquier antología suya que incluya Oración de guerra . Muy actual. En los primeros años del pasado siglo, en la iglesia de un pueblo de Estados Unidos, durante una ceremonia para despedir a los soldados que partirán al frente, el pastor ruega a Dios desde el púlpito que regresen a casa todos tras destruir al enemigo; entonces, irrumpe un hombre que trae una aclaración celestial: la victoria de unos soldados en el frente conlleva la derrota de otros, es decir, si alguien regresa es porque un rival no lo hará. Pedirlo tiene doble consecuencia. Por ello, las oraciones deben ser de amor, no de guerra. Los allí presentes le tomaron por loco. Y el editor le rechazó a Twain su cuento, por considerarlo catastrofista. También él lo consideraba. La Primera Guerra Mundial estaba cerca, y la hispano- filipina contra Estados Unidos demasiado reciente. Sin embargo, un viejo cuento siempre es nuevo, si contiene verdad. Y la de este es incómoda y ancestral.

A nuestra manera, en diciembre, todos seremos soldados que regresan, aunque a partir de cierta edad ya solo puedes retornar a ti mismo. Y sí, en una oración solo deberíamos pedir amor y salud para disfrutarlo.

De momento, en efecto, solo he incluido en la carta un viejo libro sobre una batalla naval —en esta sí hubo héroes, Cervantes fue uno— y otro que incluye un cuento acerca de oraciones de guerra. Dos pueden ser ya muchos. Por cierto, ¿no fue santa Teresa quien escribió que a veces se vierten más lágrimas por las plegarias atendidas que las que por atender? Me gusta diciembre, cuando regresas a ti mismo, como un soldado de permiso, Vivir es aún el regalo de cada día.

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