Diario de León

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La letra era de Gino Paoli. Los arreglos, de Tony de Vita. Pero fue la voz de la cantante Mina la que convirtió Il cielo in una stanza en un éxito. Estamos en la Italia de 1960. La Italia donde llevar minifalda en un programa de televisión era un escándalo. La Italia donde cantar una canción sobre lo que te pasa por la cabeza después de hacer el amor (como se decía entonces) era una provocación. La Italia, sí, donde tener un hijo con un hombre casado, aunque se hubiera separado de su esposa, era motivo de veto en televisión y convivir con tu amante, un delito.

A Mina María Mazzini la crucificaron por hacer las tres cosas; salir con la falda corta en un plató, cantar una canción que hablaba de sexo y tener un hijo con un actor que no podía divorciarse de su esposa porque la ley no se lo permitía.

Y esa persecución, en una época en que a los fotógrafos ya los llamaban paparazzi y la legislación castigaba el adulterio, explican que a mediados de los años setenta, harta de todo, Mina —que había cambiado Italia por Suiza— decidiera apartarse de los escenarios, no concediera más entrevistas, dejara la televisión y se centrara en grabar su música.

En 1978 Mina ofreció su último concierto en directo en La Bussola. La artista, que en los años del acoso había declarado que ya no era una mujer, sino una jukebox que cantaba, interpretó su última canción. Y cuando la música se apagó, cuando su voz enmudeció, se dirigió a su público devoto, su público, rendido ante la gran diva de la canción italiana, la gran intérprete de Parole, parole ( Palabras, palabras , sobre el final del amor).

Y Mina, la Tigresa de Cremona la llamaban, los miró. Pensó en todos aquellos que la habían juzgado, que la habían puesto a los pies de los caballos, que la habían arrastrado por el fango, escandalizados, y con un sonoro, un rotundo, un definitivo «¡Váyanse ustedes a la mierda!» alcanzó la libertad absoluta, el derecho a hacer todo lo que diera la gana.

Desde entonces, Mina ha grabado cuarenta discos en su casa de Lugano, prácticamente un álbum cada año. Y apartada de los focos, encerrada en su intimidad y convertida en un misterio, Mina no ha vuelto a necesitar ninguna promoción para colocar sus canciones en lo más alto de las listas de éxitos. Parole, parole.

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