Diario de León

NUBES Y CLAROS MARÍA J. MUÑIZ

Razones financieras

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D ijo Woody Allen, al que como cada vez a más tipos hay que citar con cuidado de no pillarse los dedos, que el dinero es mejor que la pobreza aunque sólo sea por razones financieras. La cuestión nada tiene de frívola, y construir lo que parece un chascarrillo sobre una realidad dolorosa no implica banalizarla. Si acaso, todo lo contrario. Podría también considerarse un ingenioso juego de palabras la conclusión de un informe de La Caixa que, como cada vez más estudios, concluye que no tener trabajo condena a la pobreza; pero no cualquier trabajo protege de la pobreza. Una distorsión cada vez más extendida.

León (y no es un hecho provincial aislado) acumula una bolsa estructural de hogares en dramática situación de vulnerabilidad que crece tan alarmante como ahíta de políticas efectivas, más allá de engordar un colchón de asistencia social irrenunciable, pero que sufre las tensiones generalizadas de necesidades crecientes e ingresos menguantes. Mal equilibrio.

La polarización del mercado laboral pone los pelos de punta. Viene de lejos, y el silencioso sufrimiento de sus víctimas debería atosigar los sueños de todos. Mas el futuro marca su propio camino.

Ahora que la economía crece entre el sueño de los empleos digitales de calidad y la realidad precaria de los servicios, se enquista en la provincia un inmenso grupo de 7.000 hogares cuya supervivencia depende de que alguna persona encuentre un empleo. Y no lo logran. ¿Parecen muchos? Pues están en mínimos estadísticos. Tras la pandemia eran el doble. En números redondos, hay más de 9.000 familias leonesas que, vayan los vientos a favor o en contra, no consiguen que ninguno de sus miembros activos trabaje.

Lo realmente duro es que la bolsa de vulnerabilidad va en aumento, lo recoja la estadística o no. Ser pobres o trabajar para seguir siendo pobres es la realidad marcada para miles de hogares. Los que tienen niños, los jóvenes y los que encabezan mujeres lo tienen más difícil para escapar de un círculo no tanto de desempleo como de precariedad laboral que les condena a arañar la supervivencia día a día. El futuro no es un horizonte a soñar. Y cada vez es más difícil salir del círculo.

Dicen los expertos que en León sólo el colchón de los pensionistas salva a muchas familias de la asfixia económica. Con un universo de excluidos cada vez más indefensos. Quizá León sí es país para viejos. Porque en algo hay que apoyarse para sobrevivir y salir adelante.

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