... y labradoras

L as vi este año quince días antes de san Blas, aquí, en la arbolada pradería de La Candamia que enfajan el río y el tráfico de la ronda-este bufando coches, furgonetos, camionazos o ambulancias sin cesar. Algunas de estas labradoras estaban encaramadas en las altas farolas, muy quietas, como observando a las parientas que trajinaban cerca o contando coches como quien cuenta ovejas para echar una cabezadita. Eso pensé, por quietas. «Pabajo esta pior», debieron decirse, y adelantaron el volver de Marruecos para estrenar aquí este invierno nuestro que casi ni se estrenó. Siete cigüeñas conté. Hay ahí colonia ya vieja, varios nidos. Y faltaban algunas. Vuelve el renacer. Y eso tranquiliza. Cigüeñitas de san Blas. Cada vez se ven más. O no menos.

Y de repente, se me volaron esas cigüeñas y todas las cigüeñas del agro español hasta estas letras porque andan las pobres atribuladas y maldiciendo las hileras de tractores que abandonan sus campos para irse de pitada y bronca a la ciudad con penachos de guerra en lo alto de sus cabinas, banderas, lemas y todo eso. ¡Ni solidaridad ni pollas, que ya les sobra!, dijo una de ellas, la deslenguada, ¡cagüen los tractoristas de Dios!... Y las entiendo. Vaya que sí. También ellas son labradoras, muy labradoras, y sin embargo son las primeras víctimas de las tractoradas que les vienen quitando estos días el pan de la boca, ya que una parte de la dieta de nuestras zancudas la obtienen precisamente si los tractores están activos y arando, volteando la tierra y desenterrando bichos, roedores, orugas o insectos que ellas zampan con fruición siguiendo de cerca y confiadas la estela del verde John Deere para que no se les esconda ni un bocado. Necesaria labor labrantina: la cigüeña espulga el terreno, lo sanea, ¡corred, topillos!... ¿hay fitosanitario más eficaz y barato que esta bella pajarona que adorna nuestra niñez, el campanario y el deseo de volar?... Entiéndanse sus maldiciones y discúlpelas el agricultor que arde hoy en iras justas si van razonadas... pero debería echarle una penita pena a la pobre cigüeña, víctima de fuego amigo.