Diario de León

Al trasluz Eduardo Aguirre

Duelos, quebrantos y felicidad

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E n Valladolid, ha comenzado el foro ‘Perdonen que me ría», organizado por la Fundación Telefónica. Uno no es humorista, pero si de crío me hubiesen preguntado quiénes eran mis héroes habría respondido que Tip y Coll. El gremio del antifaz me entretenía, pero —por ejemplo— al Zorro nunca le hubiese prestado las llaves de mi coche nuevo. Seamos francos, ¿qué mérito tiene estar de buen humor porque acaba de tocarte la lotería? Si para darle a la columna un toque risueño tuviese la vida que sonreírme en todo, incluido en su letra pequeña, entonces, paciente lector, uno aún seguiría anclado en qué título ponerle a la sección, que no he cambiado desde 1985. El pasado miércoles estuvimos muy bien acompañados por Eduardo Diego, delegado territorial de la Junta de Castilla y León, en la clausura del taller El Quijote de 1615 para los mayores, así como por la Gerencia de Servicios Sociales y por la Universidad de la Experiencia. Grato broche. Luego, le remití al filólogo Luis Gómez Canseco una imagen de la entrega de diplomas y me escribió esta entrañable apreciación: «Todo el mundo sale con cara de felicidad en la foto». En esto del buen ánimo, ay, cada uno hace lo que puede. No solo vamos a contagiarnos trancazos, además siempre habrá quien te preste unas cosquillas si has perdido las tuyas o las tienes pasadas de fecha. Y sin intereses.

Este domingo, en nuestra 8 Televisión, en el programa Marmita Mía, podrán ver la conversación que días atrás mantuve con Juan Flecha, acerca de ese misterio gastronómico llamado «duelos y quebrantos», la comida sabatina de Alonso Quijano. Nos los cocinaron en El Español de León. Y como no eran de atrezo, me los zampé al final. Según la edición de la RAE del Quijote, duelos y quebrantos son «quizá» huevos fritos con torreznos, pero me los habría comido igual si hubiesen sido melón con jamón o dorada a la sal.

Al filósofo Demócrito tanto el júbilo como las penas le hacían desternillarse. El Senado empezó a sospechar de tanta guasa y mandaron a Hipócrates a inspeccionar si estaba en sus cabales. «Él está cuerdo, los locos sois vosotros». ¿Les he dicho ya aquí que en Cervantes humor rimaba con amor y con dolor? Toda risa es de fiar si irrumpe del corazón.

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