Diario de León

al día JUAN BAS

La bondad de los extraños

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E n la reciente entrega de los Premios Goya se dio pompa a que se cumplían 25 años del estreno de Todo sobre mi madre . Pedro Almodóvar y las protagonistas salieron al escenario para hacer la remembranza en compañía de los Javis. Como solo la había visto cuando se estrenó, he vuelto a verla. Me ha gustado más que la primera vez. Aunque los elementos y subrayados de dramón quizá son excesivos, está muy bien narrada y dirigida. Pero si me refiero a la película es por lo que dice el personaje de la actriz Huma Rojo, que interpreta Marisa Paredes. Está encarnando a Blanche DuBois en la representación de Un tranvía llamado deseo, la obra de Tennessee Williams (habrá así mismo que volver a ver la película de Kazan con los míticos Vivien Leigh y Marlon Brando), y dice: «Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos».

Entre otras situaciones de bondad o amabilidad de desconocidos, de extraños, me vino a la memoria un detalle positivo alrededor del percance que sufrió un querido amigo en la calle. Perdió el conocimiento y se cayó al suelo. Tuvieron que atenderlo y llevarlo al hospital. Le había regalado para su cumpleaños una pluma Parker que llevaba metida en el bolsillo del pecho de la camisa, sujeta por la flecha de oro. Durante el desmayo la pluma desapareció. Me llamó desde el hospital cuando ya se encontraba bien, y además de referirme su percance me contó lo de la pluma con disgusto. Pero no la había cogido un descuidero cutre. En el hospital, más tarde, una enfermera se la trajo. Al desplomarse, la pluma debió de salirse del bolsillo. Alguien la cogió en la calle y se la dio a los de la ambulancia antes de que partieran. Otra manera de percepción de la bondad de un extraño, de intuirla, es cuando trabas conversación con un desconocido y le hablas de cuestiones muy personales que te costaría abordar con personas allegadas. O, sin llegar a confesiones fuera de lugar, revelas lo que piensas de verdad sobre un asunto espinoso o de ti mismo. Suele suceder en situaciones nocturnas: un viaje en tren o en avión o una última copa en el bar del hotel donde te alojas. Supongo que a muchos de ustedes les ha pasado alguna vez. Es cálido, peculiar, tiene algo de mágico y, aunque su huella se borra con la luz del día, deja un recuerdo tan agradable como difuso.

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