Diario de León

Cuerpo a Tierra Antonio Manilla

Gente que regresa

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El sueño de cualquier leonés es que siempre fuera Navidad o Semana Santa. No por banquetes familiares ni procesiones, sino porque los caminos de hierro y asfalto están repletos que gente que regresa. Hijos de los dos sexos que vuelven a casa, por unos días nada más, a dar vida a las calles, algarabía a las casas, abrazos a sus padres. Las causas del éxodo masivo todos las conocemos y ya nos hemos acostumbrado a pensar que aquí nunca van a sobrar las oportunidades. Carecemos de hasta ese minúsculo sueño que John Berger denominaba la certeza de los humildes campesinos: crecer y morir en el lugar en que nos nacieron. El capitalismo comenzó llevando las fábricas a donde estaban los obreros y la globalización le dio una vuelta de tuerca al concepto y traslada la producción a donde está más barata la mano de obra. Cuando falta, la necesidad de ganarse las lentejas pone en marcha la turbina de la diáspora y el abandono.

Hay que irse haciendo a la idea. Estas carreteras provinciales nuestras ya sólo se ven atestadas de gente que regresa en las fechas señaladas en el calendario. La que se ha quedado y terminará yéndose tarde o temprano, ya casi no llena ni el Amilivia. Se vaciaron las aldeas, e igual van a despoblarse las ciudades pequeñas y medias. Es cuestión de tiempo que todas las manzanas terminen en la misma cesta. La dinámica laboral y económica ha dictado sentencia, aunque no sea evolutiva ni sanitariamente buena: megaurbes apelotonadas, servicios centralizados, proletariado de mogollón. Conurbaciones superpuestas enlazadas por anillos de tráfico rápido. Todo a mano. Todo bien junto para facilitar las cosas tanto a la industria como a un virus, llegado el caso.

Las largas que nos dan ministerios y gobiernos regionales, cuando se reclaman infraestructuras, dilaciones que ya acumulan décadas, hay que comenzar a leerlas entrelíneas, aunque resulte desolador. ¿Para quién van a hacer aves de verdad, autovías a Valladolid o aeropuertos internacionales que nos conecten, a los cuatro gatos que resistimos aferrados al terruño, con el resto del país? No lo pueden decir y por eso se andan con melindres y eufemismos: según sus cálculos, esta es una tierra menguante y, a no mucho tardar, semivacía, destinada a que su paisaje se convierta en fuerza de producción y a explotar económicamente su geografía. Si por ellos fuera, las pocas infraestructuras viarias que hacen serían nada más de salida.

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