Diario de León

Hojas de chopo Alfonso García

Tomar un vaso

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E l lenguaje siempre está vivo. Por eso cambia, se enriquece —lo contrario a veces—, se actualiza conforme a los tiempos. Posiblemente han pasado aquellos en que el lenguaje permitía identificar orígenes cercanos, incluso de barrio. Seguramente ahora nos habla de identidad generacional, marcada, salvo ciertas adaptaciones, no pocas veces impostadas, por la edad. En general, por qué no, podemos afirmar que somos producto de un tiempo. Y de su circunstancia, naturalmente.

La escena que sirve de recordatorio tuvo lugar en un bar «a la hora del vermú» el día de Reyes. Un matrimonio mayor, muy más bien —la generación silenciosa— se aplica a las tapas de sus respectivas consumiciones. Llega a su mesa al parecer un viejo amigo: «¿Tomáis otro vaso?». Gesto de negación a la pregunta metonímica. El contexto generacional hace entendible lo que hoy no lo sería tanto. Y un vaso era clarete o tierra, blanco a veces —la hora del blanco se decía a la hora de tomar los vinos de la mañana—, con frecuencia este manchado con un leve golpe de vermú. En cualquier caso, vertidos los vinos desde los pellejos cuya boca se cerraba con cuerda atada a un gancho en alto para evitar el desperdicio y llenar frascos y botellones para servir los vasos, prácticamente uniformes —a veces en largas filas sobre el mostrador—, o los campanos cuando la sed o la necesidad arreciaba. Más tarde llegarían los vinos mezclados. Era ya otra generación y otra circunstancia. Lo cierto es que aquel rito de referencia era sencillamente austero frente a la actualidad, que abre un montón de posibilidades a la hora de pedir, con parafernalias personales que multiplican el abanico: desde el origen —pedir un Bierzo, un León, un Ribera, un Rioja…—, la clase de uva —un godello, prieto picudo, mencía, albarín…—, acaso el nombre concreto y variopinto de un vino… El mundo de los gustos no tiene límites. Tuve un vecino de aquellos tiempos que llegaba al mostrador y siempre decía lo mismo: «Póngame una conferencia con Valdevimbre».

Un brevísimo apunte provocado por una escena que trae aires de recuerdo. ¿Qué habría de decirse si el asunto nos llevase a cervezas, cócteles, ginebras, vermús, rones y otras mil bebidas que han ido desplazando a las que se consideraron clásicas y ni siquiera el cambio de formato de la botella las mantiene? El bar es una forma de nuestro vivir y el lenguaje del bareo, tan cambiante, es pura metáfora, puro juego literario. Digno de análisis y de tesis.

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