Diario de León
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CORNADA DE LOBO GARCÍA TRAPIELLO

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M iguel Ángel Rodríguez, el que le menea la fama virtuosa y las salidas de tiesto a Isabel Díaz Ayuso, tendría prohibida su entrada en aquel viejo chigre de Ribadesella que lucía una tajante cartela en la pared dirigida a la vasta parroquia asturiana proclive a seguir los cinco pasos evolutivos de todo pedo etílico, a saber: 1, verborrea incontinente; 2, exaltación de la amistad; 3, cánticos regionales; 4, tuteo a la autoridad; y 5, insultos al clero». Aquella cartela, pues, establecía sin apelación la norma primera del establecimiento: Prohíbese cantar, blasfemar... y ser grandón . ¡Patrás, Miguelángel!, diríanle ahí na más vele, porque no hay duda de ser todo un tipo grandón y boceras, cagasentencias tremendista, matoncete y sicario de la intimidación. Días atrás lo dejó patente una vez más propalando la mentira idiota de periodistas encapuchados asaltacasas. Y como jinete apocalíptico amenazó a una de ellos con prepotencia en verso de pie quebrado («te voy a triturar, tu jefe acabará en la cárcel y tendréis que cerrar ese periódico»).

Episódica fue mi relación con este pájaro. En los 80, jefe de Provincias en El Norte de Castilla , me llamó sin conocernos rogándome ser corresponsal en León de ese periódico. Dudé, pero acepté. Cinco días después le dije que renunciaba, la soldada era mierda y la tendencia de su diario obstáculo. Años después, asesorando él al presidente de la Junta, le llamé al recibir carta manuscrita de su señorito Aznar contestando a un artículo mío; la encabezaba con un «querida Luzdivina» (Luzdivina Montañés, mi seudónimo) y le dije a MÁR que la misiva había salido seguramente de su puño o gabinete; no imaginaba yo al ascendente Aznar en estas cuitas: «no, qué va, el jefe va en serio y quiere hacértelo personalmente». Y hace no tanto le veo aquí en León con el mapa de La Rioja en su mejilla acompañando al entonces alcalde que le había dado un chollo a su hermana. Le recordé nuestra efímera relación profesional y soltó su patadita: «seguramente tuve que despedirte». Incorregible. Genio y figura. La fuerza de lo indigno le acompaña.

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