Diario de León

Al trasluz
 Eduardo aguirre

En esa luz inmensa

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Supongo que cada creyente tiene sus personajes secundarios preferidos del Nuevo Testamento; uno de los míos es María Magdalena, la gran pecadora arrepentida. Por supuesto, aquí secundario no conlleva de segunda importancia, tan solo que no fue la madre de Cristo. Con humilde grandeza forma parte esencial del engranaje de la Revelación, porque estuvo ahí en la hora crucial. No le falló. No hizo milagros, pero ella misma —sin saberlo— lo era, como encarnación de la amistad más pura. Leo en estos días el ensayo Muros del alma (Rl Editor), del filólogo Jordi Aladro, sobre la obra de Pedro Malón de Echaide, teólogo agustino y escritor navarro del siglo XVI; la portada es ascética: sobre fondo blanco, la serena paz de la santa de Magdala, representada en una escultura de Siloé; qué diferencia con el gesto desgarrado con que la pintó Grünewald; pero las dos expresan un aspecto de su Verdad; y a medio camino entre ambas expresiones, tenemos en la Catedral de León otra bella talla, atribuida a Becerra, con algo de personaje de Galdós. Aladro, profesor en la Universidad de California, es también coautor junto con Ignacio Arellano y Carlos Mata de una excelente edición crítica de El libro de la conversión de la Madalena, obra magna de Malón. Leo en este libro al azar: «Tan malo es temello todo como no temer nada». Y también al azar : « Con el amor lo tengo todo, sin el amor no tengo nada».

La llamada «apóstol de apóstoles» fue la primera en ver al resucitado. No son los pecados antes cometidos los que la hacen fascinante como personaje, sino su renacimiento. Santa de la lealtad. ¿Quién recogió los añicos de su corazón?

Aladro tiene ya en imprenta un ensayo sobre la presencia en la poesía, tanto en la popular como en la culta, de la amiga de Cristo. Tranquiliza saber que hay quienes trabajan en acercarnos, en estos tiempos de inquietante amenaza a todo lo que amamos, obras de nuestro Siglo de Oro que mantienen intacta su capacidad de iluminar. Leo en Muros del alma estos versos de Malón: «En esa luz inmensa,/ hechas unas divinas mariposas,/ arden libres de ofensa,/ y el fuego más hermosas/ vuelve esas almas santas, tus esposas». Gracias, filología.

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