Diario de León

Cuerpo a tierra
Antonio Manilla

Chapuzas

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En su Libro de las horas, Vicente Risco arguyó que Europa es la parte del mundo que se cansa de todo, que «si no se cansase, seguiría siendo la Cristiandad». Aquí en León, como Europa que somos, nos cansamos periódicamente de gestionar nuestros propios servicios y también de que los gestionen otros, así que cada equis años los cambiamos de manos, de las públicas a las privadas y viceversa, por ver si de una vez por todas alguien las realiza bien. Se habla mucho de pactos por la educación y la sanidad nacionales o confederados, que uno ya no sabe bien, pero nadie se para a evaluar localmente qué sistema resulta más provechoso o si, vistas la tesis y la antítesis, que ya están requetevistas, tal vez procedería plantearse llegar a una síntesis interesante. En este tobogán de ciclos, nuestros munícipes ahora están más por atomizar la gestión y llamar externalizar a privatizar, acaso con un exceso de fe nominativo. Igual piensan que están realizando un tipo de gestión muy original e innovadora, cuando eso es exactamente el imperio romano antes de su caída, otorgando autonomía a las provincias y privatizando con bárbaros las legiones.

Ahí está, por ejemplo, el aparcamiento de Santo Domingo, en el limbo de la indeterminación desde que se terminó la concesión municipal. Ahora mismo uno calcula que todavía sigue dando beneficios, porque si diera pérdidas ya sabríamos que nos toca saldarlas entre todos a través del ayuntamiento, igual que si ocurriera una desgracia —toquemos madera— está claro que no iba a ser la antigua arrendataria quien se hiciera responsable. Como mínimo, el enredo en los juzgados tardaría lustros en resolverse.

Mientras nuestros políticos alargan sine die ciertas tomas de decisiones, que no son sino ideológicas, el eterno combate entre lo público y lo privado, aunque aquí con la paradójica peculiaridad de que se defiende desde trincheras cambiadas, por el puro capricho de no darle la razón al adversario, el asunto es que no se sabe quién tiene que parchear las humedades de ese parquin, depurar el agua de las piscinas municipales, encender la calefacción del Coto Escolar o renovar la del Auditorio. Es una indefinición intolerable, que no cabe escudarla en la habitual demora de los procedimientos administrativos. Lavorare stanca, trabajar cansa, tituló Cesare Pavese uno de sus libros de poemas. Y es eso. Mientras, las chapuzas se acumulan y crece la sensación de que esta casa es una ruina.

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