Diario de León

Cuarto Creciente
 Carlos Fidalgo

Carbonia

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Carbonia es el título de una novela. Una ciudad minera fundada por Mussolini. Y quizá también un espejismo.

Carbonia está en la isla de Cerdeña y debía formar parte de lo que el dictador que construyó un régimen fascista en la Italia de entreguerras llamaba las Ciudades del Novecento. Junto a Carbonia, a finales de los años treinta, nacieron Fertilia, para impulsar la agricultura en una zona pantanosa, y Mussolinia, que todavía existe con el nombre de Arborea.

Carbonia era, su nombre la delata, la ciudad del carbón. La ciudad levantada para alojar a los mineros. La población clasista —también eso era el fascismo— donde los facultativos y los ingenieros, cuenta la historiadora Laura Martínez Panizo, llegaban a la mina desde sus casas por la avenida principal, desde la plaza Roma. El resto de los trabajadores, los del pico y la pala, tenían que caminar por las calles secundarias.

Así que Carbonia existe, más allá de los sueños de un dictador. Roza los treinta mil habitantes. Y como en Ponferrada, antiguas estructuras de los días del carbón se han reconvertido en instituciones de cultura y memoria. Allí funciona el Centro Italiano para la Cultura del Carbón. Donde antes había una sala de lámparas, ha abierto un museo. Y las oficinas de la administración de la antigua Grande Miniera di Serbariu , albergan ahora una Fabbrica del Cinema , de la misma forma que en el Bierzo, la vieja térmica de la MSP en Ponferrada es hoy la Fábrica de Luz.

Carbonia tiene 145 kilómetros cuadrados, celebra sus fiestas el segundo domingo de mayo y su patrón es San Ponziano. En la iglesia de San Ponziano hay un campanario de roca volcánica y la ciudad conserva su arquitectura fascista después de ochenta y seis años. Solo hace falta echar un vistazo al Ayuntamiento y a la Torre Cívica, a la plaza Roma y a sus anchas avenidas para descubrir en cada esquina el sueño de grandeza de un dictador.

El nombre de Carbonia evoca a una película de Fellini. A un lugar irreal. Por eso a Laura Martínez Panizo, que investiga los vínculos entre su arquitectura fascista y los poblados mineros del Bierzo, le sorprendió que fuera cierto. Carbonia no era solo el título de una novela. Es un lugar que le ha dado la vuelta a la idea de la que nació.

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