Diario de León

La veleta
Pío García

Los papeles de Puente

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El ministro Óscar Puente colgó el otro día en Equis una lista de insultos de columnistas que ocupa tres folios. Comprenderán ustedes mi emoción al descubrir una frase mía en el elenco.

Debo agradecer muy sinceramente al señor Puente la atención que nos presta a los columnistas de provincias, tan despreciados en los cenáculos madrileños. Este chute de autoestima, de sentir que pinto algo en el oficio, no lo vivía desde que un defensa del Logroñés me mandó a su abogado por haber escrito en una crónica que era «un central demagógico».

Mi único reproche es que el ministro Puente haya querido apropiarse en exclusiva de un comentario que no iba solo dedicado a él. Era aquella columna un ataque conjunto contra «las mafioserías» de Miguel Ángel Rodríguez y «los dicterios» de Óscar Puente. Dicterios es una palabra difícil. Imagino la zozobra del secretario, con el rotulador fluorescente en la mano, dudando de la verdadera naturaleza del vocablo dicterio: ¿crítica constructiva?, ¿insulto feroz?, ¿ganas de dárselas del columnista? Era, les confieso algo abochornado, la tercera opción.

Yo animo encarecidamente al señor Puente y también al señor Rodríguez —cuyas conductas, tan similares y turbulentas, decía que me resultaban «una visible refutación de las tesis de Darwin»— a acudir al juzgado para poner una demanda por injurias, calumnias, abuso de esdrújulas e incluso malversación de adjetivos.

Les anticipo que, si alguna vez recibo una querella firmada al alimón por Rodríguez y Puente, entenderé que he llegado a la cima de la profesión y no me quedará otro remedio que abandonar el periodismo y dedicarme a dar conferencias por los pueblos.

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