Diario de León
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CORNADA DE LOBO GARCÍA TRAPIELLO

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N o se creía Isabel Carrasco, aunque tampoco le sorprendió tanto, que no la recordara yo tras coincidir con ella estudiando Derecho. Su déficit de especiales gracias no le hacía foco de miradas. Lo sabía. Su empeño entonces era estudiar a mazo pilón. Lista lo era, no poco. Nadie parece recordarla en cuchipandilla o socializar más allá de lo condiscipular, aunque quizá ya buscaba poder decir un día ¡pues vaya que os vais a fijar en mí!... Y bien que lo logró; durante no pocos años no pararon de hablar de ella aquí o allá, en lo político o personal, en sus frentes o zapando en sus retaguardias. Y la verdad es que nadie le tosía a la cara; a su espalda era otra cosa. Pero por no deberle nada ni pedirle favor jamás, mi trato con ella fue siempre horizontal y, si se quiere, tan descarado como el suyo para empatar. «Ya sé que vas contando chistes míos por ahí»... pues claro, Isabelita, pero antes bien que te los cuento: ¿recuerdas aquella vez que llevabas una minifalda tan-tan-tan corta, que no se te veía el coño por los pelos?; o me metía yo con su ropa esparabán o sus tallas -dicen que te vistes en Toy’s are us »- y ella ridiculizaba la mía por hortera, a placer los dos en una franqueza sin pudor. Y así nuestro trato fue siempre cordial, tocapelotas y jocoso, pero trasparente en tantas discrepancias, como cuando la metió Campillo en el consejo editorial de La Crónica 16 de tan buena recordación. Supongo que agradecía mi franqueza, recelosa como era con tanto pelota falsete y aduladores con espinas en su entorno. Amigos, lo que se dice amigos, quizá no pasaran de tres. Su descaro era el blindaje de los complejos que tuviera. Y el ataque, su gran defensa. Me presentó un día mi tío Luis en Torrelodones a un amigo suyo: aquí, mi sobrino Pedro, periodista en León. ¿No es de León una consejera de la Junta que tuve que recibir esta semana en mi despacho?, dijo. Cierto, Isabelita, gran paisana. Pues en diez minutos que duró la cita, y sin conocerme de nada, no dejó de jurar y soltar tacos. Lo decía escandalizadísimo. Era del Opus. Era el subgobernador del Banco de España. ( y mañana concluimos )

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