Diario de León

LA VELETA
Juan Bas

93 años de la República

Creado:

Actualizado:

Acaban de cumplirse este 14 de abril 93 años de la proclamación de la Segunda República española; tienen cerca de un siglo aquellas imágenes de gente ilusionada y festiva en la Puerta del Sol de Madrid y las de la salida del país de Alfonso XIII tras dejar el trono para evitar enfrentamientos. Todos ellos, desde el rey al último tuercebotas, fantasmas en movimiento congelados en el tiempo como una excepción (o prueba testimonial) a su avance inexorable de hacedor de distancia histórica. Abruma la dimensión del paso del tiempo que resta no la entidad, pero sí la vigencia de los modelos y las referencias. Ha llovido mucho desde la efímera Segunda República sacudida por un golpe de Estado militar y derribada por una larga Guerra Civil, también desde la guerra e incluso desde el final de la dictadura fascista del general Franco. Las añoranzas franquistas actuales resultan curiosas (sobre todo, por parte de jóvenes); aparte de la imposibilidad de reinstaurar un régimen sustentado en un dictador personalista y muerto, no en una ideología específica. Más allá de nostalgias, sí permanece y creo que debe permanecer la memoria del espíritu de aquella Segunda República. Por supuesto, tuvo claroscuros, pero estuvo encaminada a unos propósitos loables y necesarios: modernizar el país, hacerlo igualitario y laico, combatir la incultura y, en definitiva, sacarlo del subdesarrollo secular que favorecía la explotación. El comienzo del artículo primero de la Constitución de 1931 es de hermosa redacción y concepto: «España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia».

La crisis de la monarquía española, ya en el siglo XXI, sobre todo debida al desprestigio de Juan Carlos I, propició el debate de una vuelta a la república. Esa tercera república en sustitución de la Corona quizá la vi más cerca de lo que realmente estuvo. Después, la figura y gestión sin reproches de Felipe VI ha disipado por ahora la esperanza republicana. Dicho con respeto, me pasa con la monarquía como con la parafernalia militar y los ritualismos eclesiásticos: pertenecen a un mundo de estética antigua y aparatosa; un mundo que no existe fuera de estas excepciones. Que la jefatura del Estado se transmita de padres a hijos por sangre y apellido creo que no tiene cabida lógica en la sociedad española actual y en la naturaleza del Estado de Derecho y sus instituciones. Al presidente de la Segunda República lo elegían las Cortes y un número de compromisarios, igual al de diputados, elegidos por sufragio universal. Y su mandato duraba seis años.

Con claroscuros, estuvo encaminada a propósitos loables y necesarios
tracking