Diario de León

Hojas de chopo Alfonso García

Señor de Celama

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L uis Mateo Díez recibe mañana en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares el Premio Cervantes, el galardón más importante de las letras en español, por ser considerado, según palabras del Jurado, «uno de los grandes narradores de la lengua castellana y heredero del espíritu cervantino, creador de mundos y territorios imaginarios». Además del alto reconocimiento que la concesión supone, hay una razón importante de alegría en esta provincia que tan bien ha dibujado él en algunas de sus obras. El aplauso colectivo es buena rúbrica para la ocasión.

Felizmente inabarcable, el de Villablino se ha instalado en la escritura como forma de vida y como necesidad, en la voluntad permanente de escritor que sigue la estela cervantina —no parece aventurado afirmar que mañana hará hincapié en ello— de crear mundos desde la soledad y la ficción. Mateo ha creado sus mundos y su estilo a través de la palabra, convertidos en sus auténticas señas de identidad. Inconfundible, sin duda el valor más significativo que pueda aplicarse a una obra literaria, tan generosa además como la suya, tan vital por esos entrañables delirios sustentados en la ironía y el humor como un susurro con deriva surrealista y literatura del absurdo. Un mundo despendolado como los personajes que lo habitan, casi siempre extraviados y perdedores, a los que, sin embargo, mira y atiende con piedad, con la mirada generosa de quien pretende entender su extravío. Un mundo fascinante y conmovedor al que nos acerca su prosa lúcida y transparente, trabajada hasta el detalle. Un modelo, sin ninguna duda, de belleza, dominio y pulcritud del idioma.

Mañana recibirá el Cervantes un escritor excepcional. Autor prolífico, con treinta y muchas novelas publicadas y otra buena gavilla de títulos guardados, esperando su momento, su obra tiene referencias inolvidables y de lectura obligada. Un buen ejemplo es El reino de Celama, ya un clásico de la literatura contemporánea, la trilogía de este reino del mito, de la imaginación y de la memoria. Él mismo ha confesado en alguna ocasión que es su obra más ambiciosa, más densa. Uno se atrevería a añadir que consiguió que «el olvido no se haga dueño y señor de ese reino de la nada».

Aparecerá mañana, como siempre, su figura cervantina como Señor de Celama. Y también, cómo no, Señor de la Literatura y Señor de la Vida. Ese Señor de Celama discreto, generoso y cabal, al que nos rendimos con un aplauso prolongado y el agradecimiento sin límites.

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