Diario de León

Cuerpo a tierra
Antonio Manilla

Las cosas de Correos

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La posta diplomática vaticana tiene una bien ganada fama de ser la más efectiva del orbe. Y no sólo la diplomática: quienes hayan vivido en la Roma anterior al correo electrónico y los móviles, sabrán que mandar un correo ordinario a España pagaba un paseo hasta el Vaticano, si se quería que llegase a destino durante el año en curso. Los subterráneos atravesados de pequeñas vías férreas por las que circulaban a toda velocidad las sacas repletas cruzaban el subsuelo de San Pedro y terminaban en el aeropuerto de Fiumicino en menos que canta un gallo. Igual todo esto no es más que nostalgia de la escritura a mano, de las nuevas que llegaban en un sobre timbrado con un sello, una oda prematura al tiempo de la tinta, la pluma y los pendolistas.

La tecnología ha cambiado muchas cosas, pero sobre todo nuestra percepción de ellas. Y, pese a tan radical cambalache, resulta que los grandes secretos siguen archivándose en papel, que, metido en una caja fuerte, resulta bastante más complicado de piratear que un archivo digital. Es cierto que los presupuestos del Estado se entregan en un pincho, pero los servicios de inteligencia cifran sus arcanos en el humilde heredero del pergamino, siempre bien puesto a resguardo, claro. Es silencioso, personalizable, sostenible. Aunque todavía queda algún extraviado ecologista manifestándose contra la fabricación de papel, los árboles de los que se extrae la celulosa ya son bosques cultivados para ello. Caminamos hacia el fin de los documentos, hacia la extinción del modelo secular de organizar la vida y el trabajo a través del humilde y notarial papel, pero, aunque los libros digitales sean útiles, la vida media del papel alcanza los setenta años y los disquetes y cds de hace un par de décadas ya prácticamente resultan ilegibles.

Como el coste de escribir en piedra es demasiado alto y resulta engorroso su envío, el papel pervive sustentado en su durabilidad. Las cartas, sin embargo, están de capa caída. Juega contra ellas el tiempo. El tiempo y Correos, sobre todo desde que una carta enviada de León a Ponferrada ha de pasar antes por Valladolid. La lógica de Correos —perdón por el oxímoron— arguye razones de centralización de los servicios, que es lo mismo que decir de los empleos, pero recibir una postal en Ottawa de la catedral de Astorga con el matasellos de Valladolid solo añade confusión al mundo.

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