Diario de León

Hojas de chopo Alfonso García

Consensuar la historia

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A veces uno piensa que en esta vieja piel de toro el humor crece en todos los rincones. Lo que ocurre es que con frecuencia la risa se corta pensando que detrás de sus apariencias puede haber otras intenciones. O un simple despendole para beatíficos y ociosos. Vaya usted a saber, que en muchos casos las decisiones se convierten en un jeroglífico metafísico de difícil acceso, cuando no imposible.

En ciertos mentideros políticos he escuchado, con cierta extrañeza -aunque ya extrañan pocas cosas- y una buena pizca de escepticismo, esa expresión o idea de consensuar la historia. Y no sé si llevarme las manos a la cabeza o sonreír. Y es que no puedo calibrar el alcance, quizá escondido bajo la intención, que no sé si existe, aunque la supongo. Resulta difícil pensar que la historia pueda consensuarse, mucho menos, claro, en el ámbito de la política. La historia la estudian y testifican los historiadores, incluidas sus disensiones en la interpretación, cuando la evidencia no da lugar a tales o cuales desacuerdos. Lo científico y los argumentos que lo apoyan son el único aval que pueda construir el relato histórico con ciertas garantías. De lo contrario podría desmoronarse como un castillo de arena, a sabiendas de que las certezas absolutas puedan ser discutibles. Una cuestión es la verdad, otra, muy distinta, el interés que de su deformación pueda derivarse. Llegan entonces el vocerío, las subidas de tono y las imposiciones. Pareciera que estamos abonados a la dualidad, a las dos velocidades o realidades.

Me imagino, estirando el argumento, la barbaridad de llevar la historia a cámaras y parlamentos, donde todo se decide, excepto lo más importante, que es la función por la que se paga a los políticos, no por berrear, en un espectáculo que abochorna y produce vergüenza ajena. Viven en un mundo que no es real. ¿Se imaginan que el relato histórico se decida por mayorías? Ya ocurrió en algunos casos con ciertas lenguas y el desbarajuste y la confusión fue de enormes proporciones y empobrecimiento. ¿Se imaginan que algún alumbrado tenga la ocurrencia de escribir los textos de historia amparando su aprobación en el ejercicio dominante de una o varias formaciones? No sé si se refieren a esta deriva cuando hablan de consensuar la historia, que, en tal caso daría paso a multitud de historias o a una historia interminable y confusa. Nada de evidencias ni de historiadores. Para qué. Oigan,… «a sus zapatos».

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