Diario de León

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Y maldita gracia la de algunos bautizando o registrando a criaturas con nombres que llamaron a burla o tormento ya desde el patio escolar: Euquerio, Acracia, Tesifonte, Filogonia, Heradio, Sisinio, Dictina, Simplicia, Piedrasantas, Frumencio, Oristila... entre la gente mayor todavía se escuchan estos junto a una retahíla de griegos, romanos o godos, aunque entre los que tan sólo tienen añitos hoy también la chirigota está servida: Zan, Xinrui, Maiu, Maricuta, Solimar, Espartaco, Escarlet, Nike, Leidy Yoana, Chanel, Roc, Sugar (créalo el lector, estos figuran en el Registro y no son precisamente los más raros porque hoy pueden inventarse en lindo o estrafalario)... ¡maldita gracia, malditos nombres!... ¡y cómo llegan a influir en la personalidad!, aunque ¿garantiza alguna suerte posterior que te llamen Fortunato?, ¿conducirá al éxito, al arte o a la tendencia sexual si te ponen un Brendan, Mercury o Zachary?, ¿qué fue de mayor aquel a quien llamaron Luzdivino?, ¿y cuántos no maldijeron a dos párrocos de Cerezales del Condado que, amén del nombre que propusiera la familia, añadían por decreto sacramental alguno de los que figuraran ese día en el santoral?, porque entonces a un Ramón o Jacinta podía seguirle un Presvinda, Hermógenes, Atanasia, Teódulo, Eutropio, Mercurial, Joviniana, Zenón. Nicéfora, Cuniberto...

Además, ¡cómo canta la ideologia o la extravagancia de padres que se obligan a demostrarlo en inocentes e indefensas criaturas!... ¿Cuántos no se forzaron en el franquismo al tópico José Antonio (primoderivera) o al manido Carmen (polodefranco)? Y si hoy los papás son ecolíricos, Flora, Lluvia o Escarcha se llamará la nena por ley. Y también los hay que juegan a dos barajas diversificando el riesgo: conocí en Buñol en 1975 (donde fui jurado de su concurso de paellas sin tener zorra idea arrocera) a dos hermanos que se llamaban Yuri Gagarin (primer astronauta soviético) y Roncali (apellido de Juan XXIII). En fin, la cosa es que tú nunca te llamas, ¡te llaman!; y te lo hace la familia (muy a tu pesar a veces) o te lo pone de apodo o mote la gente (mucho peor).

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