Diario de León

TRIBUNA

Tino de la Torre
Escritor y empresario

Estar enamorado es

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Se ha hablado tanto del amor en fechas recientes, las obligaciones y servidumbres que acarrea, así como el intenso dolor que puede producir (en uno) el daño infligido (a otro) que se merece un pensamiento renovado en estos tiempos de tanto descreimiento.

Cuando éramos mocetones/as se confundía todo: los amores con los amoríos, las amistades con los «colegueos», etc. Pero con el paso de los años la mente se despeja y la decisión del amor, que no es consciente, se instala y recae en personas concretas. Y luego va evolucionando porque no es lo mismo una pasión juvenil que una relación de pareja después de 30 años de convivencia, el amor paternal o el amor entre los hermanos.

Uno transcurre por la vida y los sentimientos crecen o se achican, unos son eternos y otros desaparecen al poco tiempo. Algunos sentimientos emigran desde unas personas para marcharse a otras. Hay quienes, pobres de espíritu, se enamoran de simples cosas materiales y al final poco puede uno decidir. Simplemente te dejas llevar.

Pero de tanto hablar del asunto, por la gravedad del tema, y por estar un país en vilo varios días, me dio por pensar si uno en esto del amor está donde debe estar o puede estar en una posición de rebeldía o bien cometiendo algún delito por «falta de», con su correspondiente penalización posterior.

Recordé como en tiempos de instituto nos enseñaban que ya en el comienzo del milenio pasado analizaban mucho esto del amor. Lo que más recuerdo es que era cosa de aristócratas; el famoso «amor cortés». Es de suponer que el plebeyo no estaba para esas sutilezas y que hiciera lo que pudiera con su vida y con sus instintos.

Y respecto a este amor cortés, tenía una «horquilla» tan amplia como la del enamorado que no decía ni pío y se lo callaba, hasta los que llevaban su amor hasta las últimas consecuencias en la intimidad de una alcoba.

Les diré que el amor que más me impresiona por lo sincero, perenne, incondicional, instintivo y hasta un punto misterioso es el paternal. El que sea padre o madre sabe a lo que me refiero. Incluso esta relación con los hijos soslaya la que puede haber en la pareja por dar preferencia a los vástagos. En el mundo animal esto dura un tiempo y es por puro instinto de mantener la especie, pero en los humanos se prolonga mucho más allá de que los «polluelos abandonen el nido».

Al hilo de esto me conmueve el relato de los percebeiros. Cuando van padre e hijo, convenientemente amarrados, es el hijo el que baja a las rocas a arrancar el percebe quedando el padre atrás vigilando y con la cuerda, muy atento a las olas. Podría parecer que es el padre el que debiera hacer la tarea compleja de ir a por el percebe por su mayor experiencia, pero la sabiduría popular y el instinto saben que si por un golpe de mar el hijo es arrancado de las rocas, el padre tirará de él y en el último de los casos se lanzará a salvar al hijo. No está el tema tan claro si ocurriera lo mismo al contrario.

En fecha reciente se ha conocido como el amor ha conducido a alguien a plantearse dejar su trabajo bien pagado, ya que habían acusado a su pareja de prácticas ilícitas. También, ha quedado claro que el amor a esa pareja ha podido estar muy por encima de las responsabilidades que asumió libremente con el país que le paga.

Ahora bien, algo he aprendido de esa persona y de la potencia de sus sentimientos. Si algo me solivianta sobremanera (por ejemplo, pagar tanto impuesto y el pobre retorno que veo de ello) puedo retirarme unos días a reflexionar sobre ello (que no me pasen recibos hasta nuevo aviso) y en función de lo que yo mismo concluya, lo mismo pienso que no me merece la pena.

Agradeceré cualquier opinión que ayude a clarificarme.

Les diré que el amor que más me impresiona por lo sincero, incondicional, instintivo y hasta un punto misterioso es el paternal
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