La historia es la que es
México ha estrenado presidenta con la presencia de numerosos representantes de distintos países y la ausencia de una delegación oficial de España. Y esta circunstancia me lleva a repetir que la Historia hay que dejarla en manos de los historiadores y no de los políticos, porque estos la reinterpretan de acuerdo a sus intereses. Como en los últimos años, he visitado México en distintas ocasiones, he de confesar que «escuchar» en televisión los discursos interminables del ya ex presidente saliente, el señor López Obrador, me producía perplejidad. Y es que mucho de lo que de decía no era otra cosa que demagogia de andar por casa para ocultar sus fracasos como gobernante.
Porque el Méjico que encontró López Obrador, y el que ahora deja en manos de la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, es un país en el que, durante el mandato del presidente saliente, se han perpetrado más de 186.380 asesinatos, los feminicidios siguen estando a la orden del día, así como la espeluznante cifra de desaparecidos que ronda los cien mil. A todo esto hay que añadir que son más de cincuenta millones de ciudadanos sin acceso a la sanidad pública, y aunque todos los analistas coinciden en que se han reducido los índices de pobreza, aún hay más de 46 millones de pobres. Sin olvidar que los «cárteles» de la droga siguen siendo poderosos y están imbricados dentro de la propia Administración.
Sí, está es la «herencia» de López Obrador que, como hacen algunos gobernantes cuando son incapaces de arreglar los problemas de su país, busca un enemigo exterior para distraer a sus conciudadanos y que estos no fijen su atención en su mal gobierno.
López Obrador ha intentado tapar sus fracasos como gobernante, echando la culpa a Hernán Cortes. Quizá debería de repasar la Historia, no, no la que cuentan los historiadores españoles, que también, sino la que han escrito grandes historiadores mejicanos. Es de suponer que el señor López Obrador conoce bien que, en realidad el fin del imperio azteca fue obra de otros pueblos indígenas que estaban hartos del «imperialismo» de los mexicas. O acaso el señor López Obrador, nieto de españoles, no estuvo atento a lo que le enseñaron en la escuela.
Pero volviendo a hoy, aquí y ahora, solo cabe desear que la señora Sheinbaum rectifique en su petición al rey de España de que pida perdón. Al negarse a que don Felipe haya acudido a su toma de posesión ha ofendido a nuestro país.