Diario de León

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Entre carretes de hilo y cajas de botones de todos los tamaños, con una máquina de coser Sigma que debe estar a punto de cumplir un siglo, remachadoras y cremalleras, cazadoras de cuero moteras, una maqueta de un tren de vapor, construida en los ratos muertos, y una caja registradora norteamericana de estilo Art-Decó adornada con filigranas de acero y tinta negra, con palancas y manivela, y que funciona como el primer día, aunque también ronda los cien años. Así trabaja Julio Álvarez en la mercería más antigua de Ponferrada; Casa Brindis, abierta desde 1939 —«el Año de la Victoria», pone la licencia— en la Avenida de la Puebla y desde 1942 en el local actual, en el cruce con el polígono de Las Huertas.

Casa Brindis es el negocio de Ponferrada que más tiempo lleva en el mismo local, asegura Julio Álvarez. Y cuenta que hay otros más antiguos, como Almacenes Bodelón, que sigue vendiendo ropa al por mayor, pero su ubicación ha variado a lo largo de las décadas, hasta asentarse en la Calle Real.

A pocos pasos, Casa Brindis es una burbuja de la Ciudad del Dólar, la Ponferrada de posguerra que ha dado tanto juego literario. Además de la caja registradora —una pieza de museo fabricada por la marca National— y de las máquinas de coser Sigma o Alfa, los cajones, los armarios, las estanterías que suben hasta el techo de local, son las mismas que el padre de Julio, Brindis Álvarez, colocó en la mudanza de 1942, cuando se terminó de construir el edificio.

Y esa es la grandeza de la última caja registradora de la Ciudad del Dólar. Que es una máquina que se hizo para durar. Que no necesita software, ni enchufes, solo un poco de aceite de vez en cuando. Y Julio Álvarez, que no tiene intención de cerrar su negocio —«estoy mejor aquí que en los bares», dice a sus 69 años— la sigue usando en los días del algoritmo y de la Inteligencia Artificial, del pago con Bizum, de la guerra de aranceles y de las criptomonedas, que no caben en ningún cajón de madera ni hacen ruido al chocar.

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