Diario de León

Alberto Flecha

Magostos y difuntos

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Ahora es el gran tiempo de los otoños atlánticos. Y un dios céltico, resucitado de los lejanos huertos de Samaín, cuenta con sus dedos peludos magostos y muertos.

No habrá quién falte, y es opinión bastante aceptada, que las castañas llegaron de la romanidad al paso de firme de la sandalia legionaria, y que sirvieron para nutrir los músculos de aquellos que abrieron la tierra en busca de oro a fuerza de canales y grandes acometidas acuáticas. Y también que, tras su viaje, estos frutos hicieron patria en los confines del Imperio, allí donde la luz mediterránea se enfrenta al reto de las brumas del granito y la losa de pizarra.

Fritz Krüger, el filólogo y etnógrafo germano que hace un siglo recorrió cámara en mano las recónditas Cabrera y Sanabria reflejando cosas y palabras, nos dejó un artículo donde ensalza a la humilde castaña, la poliédrica geometría de sus nombres y sus infinitas posibilidades gastronómicas en el noroeste ibérico. Hace notar en su texto el alemán las primitivas fiestas donde la juventud, en vísperas del Día de Difuntos, ocupaban plazas y eras, atrios de iglesias y proximidades de los cementerios para celebrar los magostos como si de un ágape de muertos se tratara, allí cuando la madurez de los frutos y el culto a los difuntos se encontraban, así como lo hacen la oscuridad y la luz en estos tiempos de equinoccio.

Es conocida la particular descripción que de estas fiestas hizo el escritor onubense Nicolás Cerorio Terero en su obra la Aldea gallega , y que sirve para pintar, como nos recuerda Krüger, los cuadros de lo acontecido en muchas regiones vecinas. Ahí nos habla Cerorio de cómo la juventud reventaba los odres del vino nuevo y cubrían de leña los montones de castañas para hacerlos arder mientras bailaban a su alrededor y hacían sonar las campanas de los campanarios, que la noche era larga y el fuego también. Y casi era pecado mear o escupir sobre los rescoldos, o apagarlos de forma brusca antes del amanecer, ya que era creencia compartida que a aquellas brasas acudían las ánimas del purgatorio a calentarse.

Tiempo este de magostos y difuntos, año nuevo de los celtas, el paso de la vida a la muerte y viceversa. La Laguna Estigia que atravesó Dante junto a Virgilio camino del Averno o el retorno de la mano de Beatriz al Paraíso.

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