Diario de León

Alfonso García

Héroes y dioses

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Durante tiempo leí con pasión Héroes y herejes, de Borrows Dunham, esclarecedor recorrido histórico por personajes y tendencias que responden a los supuestos del enunciado. En poco tiempo, sin embargo, los conceptos se desvirtúan por el uso abusivo que permite que pierdan su auténtica carga semántica. El héroe se distingue por haber realizado una hazaña extraordinaria, especialmente si está sustentada en el valor excepcional. Siempre es arriesgada la condición de héroe, como recuerda la lectura de C. García Gual, La muerte de los héroes. El concepto teológico de Dios, por su parte, lo suele categorizar como el hacedor del universo, no como el ojo omnipresente controlador del ciudadano que imaginó Orwell. El concepto es, de cualquier forma, difuso por haber sido excesivamente encorsetado y apropiado por unos y otros. La mayor limitación de los dioses es siempre cosa de los hombres. Creamos dioses sin apenas escrúpulos.  

Las cosas, también en asuntos tan serios, evolucionan o cambian a una velocidad que da vértigo. El concepto de héroe se ha trivializado tanto, que un regate futbolístico notable, un gol de cierta bella factura, el punto definitivo y trabajado en el último set, el regreso vencedor de un equipo… convierten a los protagonistas en héroes, cuando no en dioses. O en ambas cosas, diluidos los límites. Por hablar solo del deporte, extensivo a otros campos, sin entrar en las condecoraciones basadas con frecuencia en algunas trivialidades bien remuneradas en la mensualidad como anotación de mérito heroico. No sé, o no sé por qué heroicidades y deidades se asocian al dinero. De ahí tantos anónimos que luchan permanentemente por llegar a final de mes, con un valor realmente excepcional. Warhol —lo subrayé en la última exposición que vi de su obra— conoce en la infancia los iconos de la Virgen, Jesucristo y otras figuras que se veneraban en su entorno. Él hará dioses a los famosos (M. Monroe), igual que los regímenes dictatoriales a sus líderes (Mao) o el dios del dinero llevado al arte (dólar), pues siempre quiso ser famoso y tener dinero. Como lo consiguió, se permitió el lujo de hacer un poco lo que le dio la gana. Hasta fabricar dioses.  

Pienso en todo esto mientras paseo por una playa. Un niño intenta llenar con agua del mar el hoyo que ha hecho. No se me ocurre preguntarle por sus intenciones como hizo san Agustín en situación parecida. No tanto por la pregunta como por la respuesta. Sencillamente lo dejo ahí.

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