Diario de León

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Escribo sin saber qué habrá ocurrido ayer. Lo de menos, sí. Una campaña —¿cuándo no están?— llena de barbaridades impunes, memeces, desatinos, incongruencias, vacuidad, contradicciones, mentiras, mediocridad… Es el fracaso no tanto de la política como de los políticos –uno de los grandes problemas nacionales—, incapaces de diálogo, propuestas y soluciones. Ya estamos acostumbrados a este tumultuoso estado de confusión e inoperancia. Están –subrayo siempre las buenas excepciones— exclusivamente a lo suyo, generando inestabilidad en el país y desánimo e indiferencia en la ciudadanía. Les falta mucha calle, al margen de los aduladores, porque no saben qué ocurre en ella: paro, sanidad, corrupción, precariedad, inestabilidad, abusos laborales, pobreza severa, profunda brecha social…, en entredicho, por inactivos, derechos fundamentales.  

Los políticos quieren hacer política sin los ciudadanos. Anomalía democrática. El asunto no es depositar un voto —beso, abrazo o sonrisa incluidos—, sino exigir —palabra que tanto les gusta— el cumplimiento de lo propuesto. Pero se lo saltan a la torera, ya que las pocas promesas —falta vergonzosa de programas reales y abarcadores— se hacen más en función de la llegada al poder que de otra cosa. Votar sin soluciones produce hastío o un difícil ejercicio de fe. Desconfianza, hartazgo de la ciudadanía, desamparada ante tanta mierda insoportable. Quienes la generan no tienen voluntad de servicio, eufemismo bajo el que se amparan, sino de inútiles ganapanes para ellos mismos, sus palmeros y apadrinados, con actitudes verdaderamente camaleónicas.  

Han de leer o releer la historia. Están dando calor a la mecha. Por eso en la calle empieza a respirarse la llegada de la hora. Porque ¿quién controla al controlador? ¿Quién controla los miles y miles de sueldos ineficaces —este es el problema, tan simple—? ¿Verdad, señor paladín liante, segundo de esta Comunidad que ha aumentado el gasto en casi un milloncete de nada, buena parte en su nueva Consejería? Calcule y multiplique: la supresión de senadores y diputados italianos supondrá un ahorro de 500 millones por legislatura. Qué bien vienen para asuntos más necesarios y urgentes. ¿Quién pondrá freno al círculo vicioso que han creado, lleno de peligros?  

Las preguntas no acabarían. El espacio. No sirve ya lo de renovase para no cambiar nada. Pura entelequia. Este país nuestro de cada día necesita una profunda reforma y rearme ético. Ya es hora. Antes de que sea tarde.

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