Diario de León

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Hay apellidos de larga trayectoria que, por su extensión de raíces familiares y por su calidad de ciudadanos inmersos en los acontecimientos del día a día de su propio territorio de anclaje y querencia, afilan en el común el sentido de los afectos y los reconocimientos silenciosos. Tal es el caso del que encabeza hoy estas hojas en el ámbito de Gordón con epicentro en Santa Lucía. Es justo y necesario que en algunas ocasiones se olviden los silencios para poner de relieve algunas figuras, en un país tan poco dado al aplauso, los valores ajenos y el apretón de manos de la gratitud. Una de nuestras grandes deudas. Asistí el pasado día 13 a la despedida definitiva de Gabriel Sarabia Aguado.

Un gran tipo, de los que modelan los sentires y aconteceres de una comunidad. Un gran dolor, porque los mitos de la infancia perduran con frecuencia a lo largo del tiempo y de la vida. En mí han pervivido en este caso. Lo llamamos durante tiempo y cariñosamente Patinas, ahora creo que más que por su delgadez, por su fortaleza. Amante del deporte en todas sus manifestaciones, su figura era presencia habitual en las citas de atletismo de ámbito zonal, provincial y de mayor amplitud geográfica, con algunas actuaciones sobresalientes de quien entrenaba siguiendo sus propios dictados por el duro paisaje de la tierra, después de la jornada de trabajo en la mina. Voluntad de hierro y el rincón de las ilusiones intacto.

Y sobre todo, para quien esto escribe, sembrador de ilusiones entre la chavalería que le escuchábamos, admirados por su tesón, su esfuerzo y la pasión que en todo ponía. Deporte en estado puro que pretendía inculcarnos desde la fortaleza del buen conversador lleno de convicciones, en aquellos tiempos difíciles de las décadas cincuenta y sesenta del pasado siglo. Un auténtico pionero en una tierra cerrada al mundo. Nunca perdió esta perspectiva, canalizada, sin perder su mirada poliédrica, en los últimos tiempos como directivo del Hullera, otro de sus amores, hasta que la orfandad minera puso el velo del olvido y del deterioro en la zona, con el futuro en entredicho. Gabriel estuvo también comprometido desde la administración local por su mejora. Lo recordaré siempre entusiasta, activo, hábil, inquieto, trabajador sin límites, con la palabra del amigo siempre a flor de piel. Un acicate desde la infancia, tan lejana. Lo hermoso es que pervive su recuerdo. En mi caso, la gratitud hacia un gran tipo, esencialmente comprometido socialmente y bueno

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