Diario de León

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Alas dos de la madrugada de hoy se clavan las dos de la madrugada del 27 de marzo. No existe juego de palabras, ni semiótica, ni relojes que valgan, ni simetría en la que enmarcar un análisis. Sólo un marco temporal en el que encuadrar un vaivén de contagios en el que nos hemos saltados los equinoccios subidos a la ola que nos desparramó en la orilla de la primavera, nos envolvió con la resaca del descenso de los contagios en el verano y nos ha vuelto a regurgitar con todos los estertores del otoño, pese a los avisos de los socorristas que braceaban en la orilla para alertar de que el sistema sanitario no se fortalecía, ni se contrataban los recursos necesarios para afrontar un nuevo embate, ni ser aprendía de las carencias, ni se coordinaba una línea de auxilio común con la que aplacar los vientos desde el centro de la borrasca del covid. El cuadro de mareas retrata la respuesta. La radiografía en la que se plasma la evolución de las muertes detalla la adaptación al medio de un sistema que, lejos de proteger a los ciudadanos, los ha abandonado a las reglas de la ley de la selva para definir la supervivencia de los más adaptados, los más sanos, los más jóvenes, como si hubiera retrocedido en la especie un siglo hasta colocarnos en la casilla de salida con la que el siglo XX publicitaba los beneficios de la modernidad, antes de precipitarse en los abismos de la historia. Hacia allá vamos: hacia el agujero en el que la tormenta perfecta de la crisis sanitaria desate el tsunami económico que se avecina, mientras la desconfianza que provoca la vergüenza ajena del escenario político empuja a los ciudadanos al callejón sin salida de los enfrentamientos.

A las dos de la madrugada de esta madrugada perdimos de manera definitiva la hora que habíamos empezado a ganar a final de marzo, cuando el miedo nos confinó en casa con las puertas de las televisiones cerradas para que no viéramos la procesión de los ataúdes. Pero ahora, la regresión nos encuentra más resabiados, hastiados en mitad del escenario en el que los contagios no se afrontan como una desgracia, sino como una posibilidad cercana, ajena a los esfuerzos que hace siete meses redoblaban las barreras para la entrada del virus. Nos hemos acostumbrado, con todo lo malo que implica. Pero empeorará. Ya son las dos de la madrugada del 27 de marzo de nuevo en León.

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