Diario de León

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Hay un verbo que se conjuga sin necesidad de pronombre reflexivo en León a fuerza del uso. Cual si fuera un deje natural, como acabar las palabras en in o saltar desde el estribo de las frases para arrastrar la sílaba final y que parezca que cantamos, un día empezamos a marchar sin remedio y no hemos dejado de hacerlo. No nos marchamos, marchamos sin más, sin necesidad de pronominal. Marchamos a un ritmo de 5.000 vecinos al año. Marchamos, cada cierto tiempo, como hoy, para que los mismos que nos han obligado a hacerlo con sus decisiones de interés general en beneficio de otros territorios, aquellos que esta mañana no tendrán empacho en parapetarse detrás de la pancarta para socializar la culpa y que la culpa no sea de nadie, sepan que no nos queremos marchar.

La convocatoria se alimenta con la reivindicación de la autonomía leonesa. Por muchos intentos de los taimados de diluir el magma que agita la erupción, por mucha publicidad de unidad institucional con la que los cereros de los sindicatos blanquean las responsabilidades de la Junta y el Gobierno al sentarlos a la misma mesa que han dejado sin comida, la yesca que hace que combustione el movimiento se agita detrás de la bandera del leonesismo. La reivindicación, que muchos de los asistentes creen que es la que les convoca, se alza por encima de las soluciones manoseadas en los últimos 37 años: las mismas salidas que nos han enterrado en el fondo de las estadísticas económicas con el beneplácito de los sindicatos que vendieron el empleo de los hijos a costa de los subsidios de los padres; las alternativas que aplicaron a la minería y el campo cuando eran tratamientos paliativos para que murieran por inanición; las promesas de infraestructuras que se retrasan para que lleguemos tarde a donde hace décadas que está el progreso; las estrategias que en la comunidad nos reservan el papel de parque temático de la naturaleza mientras la industria se reserva para el eje de Valladolid, Palencia y Burgos; la insignificancia que nos aguarda en el esquinazo del noroeste, donde no llega el brazo con el que el ejecutivo central incentiva la instalación de empresas referentes. Frente a toda esa infamia que le rodea se levanta el pueblo de León. Que nos vean marchar, orgullosos, porque este pueblo no pelea ya por ningún señor, ni confía en las promesas de los válidos del poder de Valladolid y Madrid. Ahí vamos. Firmes sin atender a los que nos gritan desde el borde del abismo: corred, insensatos. No. Nosotros marchamos. Pero para quedarnos aquí.

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