Diario de León

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El paso a nivel del Crucero construyó un lugar común al que se acudía para citar las deudas en las que la historia dejó atrás a León, como los muelles fantasma de la Fasa Renault que exorcizó el obispo Almarcha para que no hubiera proletariado o el edificio de la estrella de la muerte que la Junta varó a la entrada de Eras para mostrar su dominio sobre la colonia. Cuando se hacía inventario de los proyectos pendientes se bajaba la barrera del obstáculo al progreso, como si los cinco minutos de espera, multiplicados por las treinta veces de media diaria, dieran la medida exacta del retraso de esta tierra. La falsa percepción del tiempo hizo que su desaparición se vendiera como un hito que nos pasaportaba al futuro. No había ya freno, como publicitó la central de propaganda socialista, con el entonces ministro Blanco al frente, mientras descapitalizaba las inversiones necesarias para la alta velocidad al traspasar los fondos al cercanías del AVE entre Orense y Santiago, sin otra conexión que sus aspiraciones políticas en Galicia. Pero entonces, vencido el Rubicón, pocos advirtieron las señales que, al cumplirse 10 años, nos encuentran burlados.

La desaparición del paso a nivel se quedó como una anécdota para esconder el fracaso que, sin rubor, aún hay quien festeja ahora con fotos de reportaje del Hola . La eliminación permitió vender una falsa apariencia al PSOE que, tras las elecciones, el PP tan sólo tuvo que despejar al córner para convencer a la grada de que el fondo de saco nos condenaba, cuando se trataba de la única baza para integrar el tren al ser indispensable solucionarlo camino de Asturias. El argumento se repitió sin descanso para aceptar la capitulación: el pasillo para correr los sanfermines que nos ha dejado la integración en un soterramiento raquítico, sin desarrollo del suelo urbano, ni traslado de los talleres a Torneros, ni la perspectiva urbanística que —sí, ya lo sé, otra vez— conserva Valladolid. Encima, nos convencieron de que diéramos las gracias con la falacia del «coste cero», cuando la ganancia se la queda Adif, propietaria de las plusvalías de los terrenos para cuando quiera ejecutarlas porque la ciudad no entra en su balance de resultados. Con el trampantojo de la barrera se adormeció al ferrocarril en León, donde algunos se acuerdan ahora de reivindicar e incluso manifestarse tras años de tragar, colocar a la familia y dar coartadas. Vamos tarde. Llevamos 10 años parados en el Crucero con cara de bobos.

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